Un siglo custodiando una joya del barroco


Arte y devoción en el corazón de la ciudad 

Un siglo custodiando una joya del barroco

La capilla de San José es desde el 5 de septiembre de 1912 monumento nacional.

Francisco Correal, 27.08.2012




 

La capilla de San José es una joya del barroco español que está literalmente en pie de puro milagro. Tal vez para protegerla después de haber padecido tantas vicisitudes, el 5 de septiembre de 1912, ahora se cumplirán cien años, fue declarada por una Real Orden monumento nacional. Fue una de las últimas decisiones tomadas por el Gobierno que presidía José Canalejas, que dos meses después, 12 de noviembre de ese mismo año, era asesinado junto a la Puerta del Sol mientras curioseaba el escaparate de una librería.

Sobre el antiguo hospital del gremio de carpinteros se construye en 1509 la primera capilla dedicada al Santo Patriarca San José, que más de medio milenio más tarde sigue siendo el epicentro principal de las devociones, muy repartidas por otra parte. En 1687 se procedió a la demolición de la capilla y sólo un año después, el 10 de junio de 1688, se iniciaron las obras de la actual, con participación de maestros carpinteros que entroncaban con los de su oficio que dos siglos antes se habían beneficiado de sus atenciones hospitalarias.


 
 

De la capilla demolida en el último tercio del siglo XVII se conserva el artesonado mudéjar de la entrada. En su nueva construcción intervinieron maestros como Pedro Romero, Cayetano de Acosta, Esteban Paredes, Quiroga y Tejada. Con esculturas que llevan la rúbrica artística de Lucas Valdés, Pedro Roldán o Duque Cornejo, autor de un llamativo grupo escultórico de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña.

La capilla de San José volvió a salvarse a comienzos del siglo XX, en que sobrevivió a un intento de derribo por su lamentable estado de abandono. La declaración como monumento nacional coincide con el primero de los tres mandatos de Antonio Halcón y Vinent, conde de Halcón, como alcalde de Sevilla. Un regidor municipal conocido popularmente como alcalde Palanqueta por su afición al derribo de edificaciones y construcciones. La declaración monumental se produce en una edad de oro de la arquitectura sevillana. A dos pasos, en la esquina con Tetuán, hay un edificio de Juan Talavera; en la otra dirección, en Sierpes, se encuentra el antiguo solar de almacenes El Águila construido bajo la dirección de José Gómez Millán.




Imagen del Cristo de Medinaceli, obra de Agustín Sánchez Cid.


La capilla está en una calle-meandro que une Sierpes con Tetuán, con lo que a las visitas de carácter religioso se añaden muchos turistas que se topan con un templo singular que cuenta con espadaña, con dos portadas, un órgano, un reloj de sol y dentro se escuchan los trinos de cinco canarios que cantan en la sacristía y en Navidad son incorporados al bellísimo portal de Belén, uno de los más visitados de la ciudad.

Cuando superó el intento de derribo, la capilla se encomendó a la custodia y dirección espiritual de los padres Capuchinos, cuya central en Sevilla se encuentra en la ronda llamada con el nombre de dicha orden religiosa. Junto a la capilla hay una residencia en la que actualmente pernoctan tres frailes capuchinos. A la entrada, hay dos corchos repletos de cientos de fotografías de personas de toda edad, una especie de certificado personal de promesas y peticiones a ilustres frailes a los que se les rinde devoción en el interior de la capilla: Fray Leopoldo de Alpandeire, Beato Diego José de Cádiz o San Pío de Pietrelcina.

En las pinturas de la bóveda y la cúpula se pueden observar los efectos del incendio que la capilla sufrió en 1931, "huellas de esta barbarie revolucionaria", se lee en un texto junto al horario de misas. El 18 de febrero de 1729, gobernando en el Vaticano el Pontífice Benedicto XIII, la capilla de San José fue agregada a la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, beneficiándose sus feligreses de las bulas correspondientes.

Desde 1845, la calle en la que se encuentra la capilla de San José lleva el nombre de Jovellanos por creerse que en la misma llegó a residir el magistrado, poeta y dramaturgo asturiano (1744-1811) cuando fue destinado a Sevilla como alcalde del crimen. Lo dice Rogelio Reyes Cano en su entrada de Jovellanos para el Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla. La calle llegó a tener dos casinos: la Unión Hispalense y el Centro Mercantil. Está junto a la Casa de Soria y una tienda de flores y complementos para novias.

Paradójicamente, Jovellanos llega a Sevilla huyendo de la Iglesia, de la presión familiar para que siguiera los pasos del clero. De hecho, estudió Leyes y Cánones en Ávila, opositó a una plaza de canónigo en la catedral de Tuy y le habían puesto su primera tonsura cuando por influjo de sus amistades y de un tío nada clerical se viene a Sevilla. Permanece en esta ciudad, en la que cultivó la poesía, el teatro y la amistad de Olavide, hasta que Carlos III lo traslada a Madrid como alcalde de casa y corte.

En la capilla de San José se combinan a la par la devoción y el arte. El visitante puede contemplar obras de la escuela veneciana (Descanso de la Sagrada Familia en su huida a Egipto) y de la escuela granadina (Cristo de las Angustias). Hay un Cristo de Medinaceli de Agustín Sánchez Cid y Las Tres Aves Marías, de Joaquín Bilbao.

Ha terminado la misa de doce del sábado. En la iglesia sólo se quedan Dolores y José Giráldez. Dolores coge todos los sábados el autobús de las siete en Los Palacios, oye misa en la Catedral y se viene como voluntaria a limpiar la capilla. "Antonia, la cocinera, es fija". Así lleva doce años. Antes, cuando venía a Sevilla a limpiar varios bloques de casas, "para cargarme las pilas siempre oía misa en esta capilla". La limpiadora se jubiló y el hermano Damián, cuando era superior de la comunidad, le pidió que la supliera. Lo hace de mil amores. Y vuelve en autobús a Los Palacios, donde viven sus dos hijas y sus tres nietos.

José Giráldez ha perdido la cuenta de los años que lleva viniendo a la capilla. Nació en 1933, el mismo año que lo hizo el hermano Damián, natural de Villaviciosa de Córdoba, que oficia la misa vespertina y a quien sustituyó como superior -se relevan cada cuatro años- el capuchino Fernando Linares Fernández. "Yo venía de niño con mis padres", dice Giráldez, sevillano de la calle Placentines que se casó en el Cachorro y se fue a vivir a Nervión. Tiene un hijo economista que trabaja en la Ford de Valencia.

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