San Isidoro de León
Margarita Torres, 17/12/2012
El
21 de diciembre del año 1063, los monarcas de León Fernando I y su
esposa Sancha, consagraron la iglesia antigua de San Isidoro. Por
entonces, León era el reino más poderoso de toda la Península Ibérica.
Su ancestral enemigo, Al-Andalus, había reventado en sultanatos taifas,
enfrentados entre sí tanto o más que con los seguidores del Nazareno.

El próximo año, 2013, se celebran los 950 de su
llegada. Apenas unos días antes de su último recuerdo previo a la
conmemoración, San Isidoro, ha perdido al último gran cronista de un
tiempo complejo: Antonio Viñayo, abad emérito de la Real Colegiata. Con
él se han ido en el viento recuerdos, anécdotas, sabiduría, maneras de
abad a la medieval forma.. Con él se apaga un tiempo y nace otro.
El
emblema isidoriano, sus actuales abad y canónigos, todo lo que significa
para la historia de España continúa vivo y cada vez con más fuerza,
dispuesto a demostrar que sigue y seguirá siendo el gran referente
leonés. Don Antonio puede estar satisfecho: el corazón espiritual de la
monarquía, del reino, late con fuerza gracias a este puñado de hombres
dispuestos a recoger esa sagrada herencia isidoriana y continuar
haciéndola brillar con fuerza, luz en un tiempo de tinieblas.
Qué
diferencia aquel León y éste. Destacaba el medieval con su prestigio, la
valía de sus hombres y mujeres, el trabajo bien hecho en un momento tan
complejo como aquellos siglos. Donde en Europa primaban los siervos,
aquí los hombres libres, capaces de conquistar por la fuerza o la
diplomacia, las tierras musulmanas que un día fueron cristianas en la
Península. Nombres leoneses pueblan las crónicas de España, destacan en
las de Tierra Santa, se mentan entre líneas carolíngias y escritos
normandos. Un espejo de grandeza…para un tiempo de tinieblas y sin
futuro, un León capaz de comerse el mundo…otro, hoy, casi derrotado. 950
años los separan.
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