«Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien». Esta es la última voluntad que la Reina Isabel la Católica dirigió a sus súbditos en su testamento. Se trata sin duda de un deseo que choca con la imagen cruel que la Leyenda Negra ha propagado del Imperio español por todo el mundo.
Tal y como defiende Juan Sánchez Galera en su último libro «Vamos a Contar mentiras»,
y mal que les pese a los seguidores de la propaganda antiespañola, los
monarcas hispanos no consolidaron la conquista de América a sablazo
limpio, sino gracias a un ejército de maestros y curas. Frente a quienes
presentan a los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo como
crueles genocidas, el historiador afirma que Leyes de Indias que
reglaron la vida en aquellas colonias supusieron el origen de lo que hoy
conocemos como Derechos Humanos.
España consolidó la conquista de América con un ejército de maestros y curas
Isabel la Católica fue la primera persona que se preocupó por los derechos de los indios:
determinó que seguirían siendo los propietarios de las tierras que les
pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles y, en el año
1500, dictó un decreto que prohibió la esclavitud.
Nace así un nuevo derecho que, en palabras del autor, «reconoce que las
libertades de los hombres y de los pueblos son algo inherente a ellos
mismos, y que por tanto, les pertenecen por encima de las
consideraciones de cualquier príncipe o Papa». Aquellas normas
supusieron el punto de partida de la Leyes de Indias.
Más adelante, una junta de la Universidad de Salamanca convocada por el emperador Carlos V
en 1540 concluye que «tanto el Rey, como gobernadores y encomenderos,
habrían de observar un escrupuloso respeto a la libertad de conciencia
de los indios, así como la prohibición expresa de cristianizarlos por la
fuerza o en contra de su voluntad», cuenta Sánchez Galera. Con el
tiempo se va formando un cuerpo de normas, las Leyes de Indias, que
recogen, entre otros, los siguientes derechos para los indios: la
prohibición de injuriarlos o maltratarlos, la obligación de pagarles
salarios justos, su derecho al descanso dominical, la jornada laboral
máxima de ocho horas y un grupo de normas protectoras de su salud,
especialmente de la de mujeres y niños.
La esclavitud y las encomiendas
Aunque la Reina Isabel la Católica había prohibido la
esclavitud, algunos colonos se ampararon en las encomiendas para sortear
las leyes que llegaban desde la España europea y obligar a los indios a
realizar trabajos forzados. Con todo, Sánchez Galera defiende la
institución: «Los indios, fuera de ser unos desposeídos, son
propietarios de pleno derecho de aquellas tierras que trabajan, y del rendimiento de las mismas pagan un tributo o servicio a su encomendero, quien a su vez tiene obligación de protegerlos y cristianizarlos.
Como toda institución humana, la encomienda dio lugar a ciertos abusos,
y en contados casos, incluso degeneró en una especie de esclavitud
encubierta».
Ya en 1518 una ley establece ya «que sólo podrán ser
encomendados aquellos indios que no tengan recursos suficientes para
ganarse la vida, así como que en el momento en que fuesen capaces de
valerse por sí mismos habrían de cesar» en este régimen. De todos modos,
Carlos V da una estocada mortal a la institución con sus Leyes Nuevas
de 1542, que limitan sobremanera las situaciones en que se podía poner
en práctica.
En cualquier caso, la actitud de los monarcas españoles
contra la esclavitud fue decidida. Isabel la Católica y el Emperador
Carlos V promulgaron decretos que vedaban esa práctica y, «si bien es
cierto que Felipe II
se deja presionar por los colonos del Caribe haciendo concesiones
especiales para Puerto Rico y La Española, poco más tarde vuelve a dejar
clara su repulsa hacia este tipo de institución, prohibiendo una vez
más la esclavitud, e incluso haciendo extensiva dicha prohibición a la
incipiente importación de esclavos negros», explica el autor.
Frailes y maestros
La Leyenda Negra que pesa sobre España también acusa a sus colonizadores del Nuevo Mundo
de haber cometido allí un genocidio contra la población indígena. Pero
si el Imperio español pudo consolidar su conquista de América no fue
gracias a las armas, sino, fundamentalmente, gracias a su clero y
educadores. Ciertamente, si bien los primeros escritos de los
descubridores españoles describían a los habitantes de aquellas tierras
como «pueblo angelical»
cuya «aparente ingenuidad hacía presagiar una fácil y pronta
civilización y evangelización», pronto aquellas poblaciones resistieron
armadas a los abusos de los primeros colonos, estallando así los
enfrentamientos bélicos.
«Su aparente ingenuidad presagiaba una pronta civilización y evangelización»
Pacificado ya el continente, en 1573 Felipe II pone fin a
la lucha armada en América, «y confía sus mayores y más ricas posesiones
a un nuevo ejército compuesto, esta vez, a base de frailes y maestros. Comienza la verdadera y definitiva conquista de América», concluye Sánchez Galera.
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