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23/05/2013
Para
la mayoría de los españoles, China es un remoto país del que desconocen
casi todo. Los restaurantes de decoración un tanto recargada y
gastronomía barata, junto con los comercios regidos por ciudadanos
chinos que en los últimos años se han multiplicado por los barrios de
nuestras ciudades, son quizá los únicos referentes que tenemos en la
actualidad sobre nuestros vecinos de ojos rasgados. Sin embargo, China
es un país de cultura milenaria con el que hemos compartido algunos
episodios importantes de la Historia, relaciones que se extienden desde
el reinado de Felipe II y que llegan hasta nuestros días. Por: José Luis
Hernández Garvi
Los españoles consolidaron su presencia en el
archipiélago de las Filipinas en la segunda mitad del siglo XVI. En
aquella misma época los portugueses se habían establecido en el enclave
chino de Macao con la pretensión de incrementar sus relaciones
comerciales con aquel misterioso país del que apenas se tenían datos
sobre su forma de gobierno, su enorme extensión o el número de
habitantes que lo poblaban. Bajo el reinado de los emperadores de la
dinastía Ming, China atravesaba por un periodo de estabilidad y
prosperidad que había permitido al país convertirse en un inmenso
imperio gobernado por una eficiente burocracia. Sin embargo, el carácter
hermético de su corte y los recelos mostrados por sus altos
dignatarios, poco dispuestos a fomentar una apertura hacia el exterior,
dificultaron los contactos con las embajadas diplomáticas y comerciales
que llegaban desde Europa.
En esos años se hizo evidente que las expectativas que los españoles habían depositado en la conquista y colonización de las Filipinas estaban siendo defraudadas por la realidad de los acontecimientos. La población del archipiélago vivía de una economía de subsistencia que con la llegada de los españoles empezó a sufrir graves desequilibrios. A la falta de alimentos para garantizar la supervivencia de nuevos contingentes de colonos llegados desde la Península Ibérica, se unía la escasez de las valiosas especias que con exagerado optimismo se había esperado encontrar en las islas. Salvo en Mindanao, donde se producía un poco de canela, su cantidad no bastaba para rentabilizar el largo viaje a través del Pacífico. Tampoco se encontraron metales preciosos y la seda con la que los caciques filipinos hacían sus vistosos atuendos era de procedencia extranjera.
Los españoles establecidos en las islas empezaron entonces a establecer los primeros contactos con comerciantes chinos que les ofrecían algunas de las valiosas mercancías que habían venido a buscar a las Filipinas. Al mismo tiempo, contemplaban con ojos codiciosos las bodegas repletas de sedas y porcelanas chinas que transportaban los barcos musulmanes de los cercanos sultanatos de Borneo y Mindanao. Las noticias que hablaban de los enormes beneficios que obtenían los mercaderes portugueses del enclave de Macao comerciando en la costa china terminaron por revelar a los españoles el lugar de donde procedían las riquezas que habían ido a buscar hasta aquella remota parte del mundo. Fue a partir de entonces cuando se empezó a valorar la posibilidad de utilizar a las Filipinas como escala previa desde la que acceder a China.
La experiencia de los españoles en la conquista y colonización de América influyó a la hora de crear en ellos una visión equivocada sobre la realidad del país. En este sentido, algunos empezaron a trazar planes descabellados para invadir China inspirados por las gestas protagonizadas por Hernán Cortés en México o Francisco Pizarro en el Perú, convencidos de que al igual que habían hecho ellos sometiendo a los imperios precolombinos, un puñado de esforzados españoles podía conquistar los dominios de la dinastía Ming. Con este propósito fueron presentadas ante Felipe II varias iniciativas bélicas.
Cuando en 1581 el monarca español accedió al trono portugués, los españoles establecidos en Filipinas creyeron que había llegado el momento de conquistar China sirviéndose de los enclaves lusos situados en su costa como punta de lanza desde los que lanzar el asalto definitivo. Tras la celebración de las Cortes de Tomar en las que Felipe II recibió la corona de Portugal, el rey envió a las autoridades españolas en Filipinas una serie de cartas en las que les comunicaba la noticia al mismo tiempo que les ordenaba colaborar estrechamente con los portugueses del Estado da India Portuguesa, respetando el statu quo que había en la región.
Desde un principio, la corona española jugó un papel moderador frente a las voces que exigían desde las Filipinas y la propia Corte la anexión inmediata de las posesiones portuguesas en la región, opiniones que también defendían una intervención bélica en territorio chino. Contradiciendo lo que muchos esperaban de él, Felipe II insistió en repetidas ocasiones en prohibir a los españoles interferir en el tráfico comercial que los navegantes y mercaderes lusos mantenían con sus enclaves en la costa china, veto que también se extendía a la labor misionera emprendida por sus religiosos. Aún así, funcionarios de la Corona y aventureros recién llegados siguieron barajando la posibilidad de invadir China con o sin ayuda de los portugueses, haciendo planes disparatados basados en informaciones poco fiables sobre su extensión territorial y capacidad militar. Para lograr sus objetivos se había previsto contar con la ayuda de piratas filipinos y de otras islas, además de contingentes japoneses, enemigos tradicionales de los chinos.
Haciendo honor a su proverbial capacidad de trabajo, Felipe II estudió personalmente y con detalle las diferentes iniciativas que le fueron presentadas. Sin embargo, el monarca sorprendió a todos con su actitud, expresando su rechazo al uso de la fuerza para entrar en un país que se mostraba cerrado a los españoles. En aquellos momentos, Felipe II dedicaba toda su atención a ultimar los detalles de una gran operación militar con la que esperaba doblegar a su mayor enemigo. No cabe duda de que los preparativos para armar y equipar la Armada que iba a ser enviada contra las costas inglesas acaparaba todos los recursos materiales y humanos de los que disponía la Corona, circunstancia que influyó de manera decisiva a la hora de descartar, al menos temporalmente, los planes de conquista de China. El desastre sufrido por la Armada Invencible en las aguas del Canal de la Mancha provocó que la que fuera conocida entonces como empresa de China fuera pospuesta indefinidamente con escasas esperanzas de ser reactivada.
En esos años se hizo evidente que las expectativas que los españoles habían depositado en la conquista y colonización de las Filipinas estaban siendo defraudadas por la realidad de los acontecimientos. La población del archipiélago vivía de una economía de subsistencia que con la llegada de los españoles empezó a sufrir graves desequilibrios. A la falta de alimentos para garantizar la supervivencia de nuevos contingentes de colonos llegados desde la Península Ibérica, se unía la escasez de las valiosas especias que con exagerado optimismo se había esperado encontrar en las islas. Salvo en Mindanao, donde se producía un poco de canela, su cantidad no bastaba para rentabilizar el largo viaje a través del Pacífico. Tampoco se encontraron metales preciosos y la seda con la que los caciques filipinos hacían sus vistosos atuendos era de procedencia extranjera.
Los españoles establecidos en las islas empezaron entonces a establecer los primeros contactos con comerciantes chinos que les ofrecían algunas de las valiosas mercancías que habían venido a buscar a las Filipinas. Al mismo tiempo, contemplaban con ojos codiciosos las bodegas repletas de sedas y porcelanas chinas que transportaban los barcos musulmanes de los cercanos sultanatos de Borneo y Mindanao. Las noticias que hablaban de los enormes beneficios que obtenían los mercaderes portugueses del enclave de Macao comerciando en la costa china terminaron por revelar a los españoles el lugar de donde procedían las riquezas que habían ido a buscar hasta aquella remota parte del mundo. Fue a partir de entonces cuando se empezó a valorar la posibilidad de utilizar a las Filipinas como escala previa desde la que acceder a China.
La experiencia de los españoles en la conquista y colonización de América influyó a la hora de crear en ellos una visión equivocada sobre la realidad del país. En este sentido, algunos empezaron a trazar planes descabellados para invadir China inspirados por las gestas protagonizadas por Hernán Cortés en México o Francisco Pizarro en el Perú, convencidos de que al igual que habían hecho ellos sometiendo a los imperios precolombinos, un puñado de esforzados españoles podía conquistar los dominios de la dinastía Ming. Con este propósito fueron presentadas ante Felipe II varias iniciativas bélicas.
Cuando en 1581 el monarca español accedió al trono portugués, los españoles establecidos en Filipinas creyeron que había llegado el momento de conquistar China sirviéndose de los enclaves lusos situados en su costa como punta de lanza desde los que lanzar el asalto definitivo. Tras la celebración de las Cortes de Tomar en las que Felipe II recibió la corona de Portugal, el rey envió a las autoridades españolas en Filipinas una serie de cartas en las que les comunicaba la noticia al mismo tiempo que les ordenaba colaborar estrechamente con los portugueses del Estado da India Portuguesa, respetando el statu quo que había en la región.
Desde un principio, la corona española jugó un papel moderador frente a las voces que exigían desde las Filipinas y la propia Corte la anexión inmediata de las posesiones portuguesas en la región, opiniones que también defendían una intervención bélica en territorio chino. Contradiciendo lo que muchos esperaban de él, Felipe II insistió en repetidas ocasiones en prohibir a los españoles interferir en el tráfico comercial que los navegantes y mercaderes lusos mantenían con sus enclaves en la costa china, veto que también se extendía a la labor misionera emprendida por sus religiosos. Aún así, funcionarios de la Corona y aventureros recién llegados siguieron barajando la posibilidad de invadir China con o sin ayuda de los portugueses, haciendo planes disparatados basados en informaciones poco fiables sobre su extensión territorial y capacidad militar. Para lograr sus objetivos se había previsto contar con la ayuda de piratas filipinos y de otras islas, además de contingentes japoneses, enemigos tradicionales de los chinos.
Haciendo honor a su proverbial capacidad de trabajo, Felipe II estudió personalmente y con detalle las diferentes iniciativas que le fueron presentadas. Sin embargo, el monarca sorprendió a todos con su actitud, expresando su rechazo al uso de la fuerza para entrar en un país que se mostraba cerrado a los españoles. En aquellos momentos, Felipe II dedicaba toda su atención a ultimar los detalles de una gran operación militar con la que esperaba doblegar a su mayor enemigo. No cabe duda de que los preparativos para armar y equipar la Armada que iba a ser enviada contra las costas inglesas acaparaba todos los recursos materiales y humanos de los que disponía la Corona, circunstancia que influyó de manera decisiva a la hora de descartar, al menos temporalmente, los planes de conquista de China. El desastre sufrido por la Armada Invencible en las aguas del Canal de la Mancha provocó que la que fuera conocida entonces como empresa de China fuera pospuesta indefinidamente con escasas esperanzas de ser reactivada.
http://www.historiadeiberiavieja.com/noticia.asp?ref=1062
7. NOTICIAS
16. LA BOLSA. En
1844, el marqués de Salamanca “inventó” eso de apostar a la baja en la
Bolsa. Ganó... Nada es nuevo. La apasionante historia de la Bolsa de
Madrid, de la mano del director de esta revista.
22 y 40. SABÍAS QUE...
24. TROVADORAS. Las trobairitz catalanas, occitanas y nor-italianas nos dejaron un legado asombroso: sus poemas. Fueron ellas las que pusieron a los hombres en el punto de mira del objeto de deseo.
30. MADE IN SPAIN. Jaume Ferran i Clua
22 y 40. SABÍAS QUE...
24. TROVADORAS. Las trobairitz catalanas, occitanas y nor-italianas nos dejaron un legado asombroso: sus poemas. Fueron ellas las que pusieron a los hombres en el punto de mira del objeto de deseo.
30. MADE IN SPAIN. Jaume Ferran i Clua
34. EL DA VINCI ESPAÑOL. “Fue
peregrino este caballero en vida y en muerte, y todo ha dado ocasión
para que se hable de sus acciones con variedad. Dios le haya perdonado…”
Con estas llamativas palabras, escritas a comienzos del año 1643, el
jesuita madrileño Sebastián González recordaba a quien sin duda alguna
fue uno de los personajes más singulares –y desconocidos– del Siglo de
Oro español: el clérigo y coleccionista don Juan de Espina, quien,
gracias a las maravillas que logró reunir en su casa de Madrid, asombró a
plebeyos, nobles y reyes, dejando tras de sí una increíble leyenda que
perduró durante siglos.
42. PIRÁMIDES. Las pirámides de Güímar han ocupado más espacio en los medios de comunicación que cualquier otro elemento de la prehistoria de Canarias. Los primeros en llamar la atención sobre su existencia fueron en enero de 1990 los integrantes de la Confederación Atlántida. Y el tema habría quedado en una temeraria y extravagante anécdota de no haber sido por la irrupción en escena del aventurero noruego Thor Heyerdahl, que se desplazó a Canarias para conocer in situ tan llamativas estructuras de piedra. Heyerdahl terminó convencido de que aquellas pirámides no podían haber sido construidas para la agricultura, y sí con fines ceremoniales. Pero, ¿hay más construcciones de este tipo en España?
42. PIRÁMIDES. Las pirámides de Güímar han ocupado más espacio en los medios de comunicación que cualquier otro elemento de la prehistoria de Canarias. Los primeros en llamar la atención sobre su existencia fueron en enero de 1990 los integrantes de la Confederación Atlántida. Y el tema habría quedado en una temeraria y extravagante anécdota de no haber sido por la irrupción en escena del aventurero noruego Thor Heyerdahl, que se desplazó a Canarias para conocer in situ tan llamativas estructuras de piedra. Heyerdahl terminó convencido de que aquellas pirámides no podían haber sido construidas para la agricultura, y sí con fines ceremoniales. Pero, ¿hay más construcciones de este tipo en España?
58. ESPAÑA Y CHINA. La
experiencia de los españoles en la conquista y colonización de América
influyó a la hora de crear en ellos una visión equivocada sobre la
realidad de China. En este sentido, algunos empezaron a trazar planes
descabellados para invadir el gigante asiático, inspirados por las
gestas protagonizadas por Hernán Cortés en México o Francisco Pizarro en
el Perú, y convencidos de que, al igual que habían hecho ellos
sometiendo a los imperios precolombinos, un puñado de esforzados
españoles podía conquistar los dominios de la dinastía Ming. Con este
propósito fueron presentadas ante Felipe II varias iniciativas bélicas.
Desde luego, hoy no podemos saber las consecuencias que hubiera podido
acarrear un enfrentamiento bélico entre los dos países, aunque lo más
probable es que ambos hubieran salido mal parados. Descartada esta
opción, las autoridades españolas centraron su atención en buscar los
contactos con China fomentando la labor misionera emprendida por
valerosos religiosos. Ya en el año 1571 se habían dado los primeros
pasos en ese sentido, cuando el adelantado López de Legazpi había
intentado negociar con los capitanes de dos barcos de mercaderes chinos
el traslado de dos religiosos agustinos hasta China. Finalmente, una
embajada zarpó de Manila el 12 de junio de 1575 y atracó en el puerto de
Zhongzuosuo el 5 de julio...
68. GUIÑOS DE LA HISTORIA
68. GUIÑOS DE LA HISTORIA
72. LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE PÍO BAROJA. Marcó la vida intelectual de España durante la primera mitad del siglo XX y fue uno de los motores más impetuosos de la llamada generación del 98. Revisamos su ideario en diez citas.
74. TRATADO DE UTRECHT. La firma del Tratado de Utrecht puso fin a la Guerra de Sucesión. Felipe V fue reconocido como rey de España y las Indias, al tiempo que tuvo que renunciar a sus posibles aspiraciones al trono de Francia. Y aunque España intentó negociar de forma agresiva, la verdad es que casi todo lo que consiguió fueron pérdidas, entre ellas la de Gibraltar.
80. FRANCISCO DE CARVAJAL. Muchos de los conquistadores españoles que participaron en la gesta americana perpetraron crímenes y abusos contra las poblaciones indígenas y sus propios compañeros de aventuras. Uno de los casos más sonados fue el de Francisco de Carvajal, el Demonio de los Andes.
88. ENTREVISTA CON... Christian Duverger
92. VOTO DE TINIEBLAS. Decidieron
apartarse de la realidad cotidiana y vivir en soledad. Era una forma de
“disfrutar” voluntariamente de la experiencia con Dios. Y la forma más
piadosa de conseguirlo era encerrarse entre cuatro paredes y pasar ahí
el resto de sus días. A esta práctica se la llamó “voto de tinieblas”.
98. AQUÍ HAY HISTORIA... Cuatro Vientos
98. AQUÍ HAY HISTORIA... Cuatro Vientos
102. LIBROS Y CINE. La mula
114. SE HABLA DE... Estrellas
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