300 aniversario
La colonización de Gibraltar
Tras la conquista inglesa del Peñón, su
población se trasladó casi en bloque a la ermita de San Roque. Si en 1725 unos
400 españoles todavía vivían en la Roca, frente a unos 100 ingleses; en 1753 ya
residían en la colonia 300 ingleses, frente a menos de 200 españoles
10 julio 2013
-o-o-o-
En
1713, Gibraltar pasó a manos de los ingleses de manera formal, en virtud del Tratado de Utrecht (La
Aventura de la Historia). En dicho acuerdo se establecieron una serie de
condicionantes sobre la situación en que quedaba la plaza. Estaban referidos a
cuestiones de tipo territorial, jurisdiccional, comercial e incluso social. Se
señalaba, por ejemplo, que lo cedido a los ingleses se limitaba a la ciudad, más el
puerto, así como a las defensas y fortalezas que pertenecían a la plaza, pero sin jurisdicción territorial ni
comunicación por tierra.
, número 174
Se
establecía también que sus aguas territoriales quedarían limitadas a aquellas
hasta donde alcanzase una bala de cañón disparada desde su castillo. Desde el
punto de vista comercial, quedaba prohibido y sólo se permitía el comercio
imprescindible para el sustento de la guarnición y el vecindario. Socialmente, por ejemplo, no se
permitiría que en Gibraltar se establecieran como vecinos ni judíos ni moros.
Muy
temprano, lo negociado en Utrecht fue sistemáticamente incumplido por
Inglaterra. Esa
actuación hizo que lo acordado no sólo se convirtiera en papel mojado. Gibraltar se convirtió desde el primer
momento en un importantísimo núcleo de contrabando, al tiempo
que la presencia de judíos entre sus vecinos constituyó desde el siglo XVIII un
elemento fundamental de la demografía gibraltareña.
Poco
a poco, los oriundos abandonaron masivamente el Peñón y se acomodaron en los
alrededores de una ermita próxima, dedicada a San Roque, lo que dio lugar al nacimiento de
la población que hoy lleva el nombre del santo. En esta población se depositó
el pendón de la ciudad, los documentos del archivo municipal y numerosas
imágenes que se veneraban en los templos gibraltareños.
Los
españoles que quedaron en Gibraltar fueron una mínima parte de su población
-apenas unas docenas de personas-, entre ellos el párroco don Juan Romero, para
atender las necesidades espirituales de los que se quedaban y que dejó escrita
una interesante historia de lo ocurrido.
José
Calvo Poyato recrea
en el número de julio (177) cómo se fraguó el crisol de los llanitos desde
1713, en un territorio que los británicos ocuparon y ampliaron con engaños.
Comentarios