La tumba de un médico descubierta en Abusir
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La sabiduría médica de los faraones
ha llegado hasta nuestros días encarnada en la sapiencia, para algunos
teñida de ocultismo, de Imhotep. Gracias a su gran sabiduría en muchos
campos, el arquitecto de la primera pirámide construida en Egipto se
convirtió para los posteriores griegos en una manifestación de su dios
de la medicina, Asclepio. Pero éstos no fueron los primeros del mundo
antiguo en alabar la medicina faraónica. Un ejemplo muy anterior lo
encontramos en la documentación diplomática del reinado de Ramsés II.
En
ella podemos leer que quien hasta hacía poco era su máximo enemigo
político, el rey de los hititas, una vez firmada la paz no tardó en
solicitar al monarca de las Dos Tierras el envío de uno de los reputados
ginecólogos de la corte. ¿Su tarea? Encontrar un remedio que permitiera
engendrar un hijo a la hermana del rey de Hatti. Desgraciadamente, como
comenta el poco diplomático Ramsés II, los sesenta años de edad de la
paciente volvían el caso harto complicado; pero quizá si así lo deseaban
el egipcio Amón y el hitita Dios de las Tormentas el milagro podría
producirse.
Evidentemente, el respeto que se tenía
por los médicos egipcios comenzaba en el propio Valle del Nilo, donde
los galenos podían alcanzar puestos de relevancia dentro de la jerarquía
de la administración del país. Las recientes excavaciones del Instituto Checo de Egiptología
en Abusir nos han vuelto a proporcionar un ejemplo de ello. Se trata de
la tumba de Shepseskaf Ankh, «jefe de los médicos del Alto y el Bajo
Egipto», fechada en la V dinastía. Es la tercera perteneciente a un
galeno faraónico tipo encontrada en esta necrópolis, que fue el
cementerio real de esta dinastía. En Abusir se construyeron la mayoría
de las pirámides de los monarcas de la V dinastía.
La tumba es notable, no sólo por estar
construida con bloques de caliza, sino porque mide 21 por 14 metros, con
una altura de 4 metros. Un monumento con un tamaño más que adecuado
para un personaje de su categoría. No olvidemos que, como recoge una
gran falsa-puerta encontrada en la cara este de la mastaba,
Shepseskaf-Ankh era «sacerdote de Ra en los templos solares», «sacerdote
de Khnum» y «sacerdote de magia». Un título, este último, estrechamente
relacionado con el mundo de la medicina según lo entendían los
egipcios.
En el antiguo Egipto la magia y la
medicina se puede decir que era una misma cosa. En los papiros médicos
que conocemos se recogen cuidadosamente los resultados obtenidos tras
años de práctica por diferentes médicos con distintas enfermedades y
traumatismos. Gracias a ellos sabemos que el modo de actuar de los
médicos faraónicos era similar al actual. En primer lugar estudiaban al
enfermo (sus dolencias o sus heridas), seguidamente ofrecían un
diagnóstico de la causa de las mismas, para terminar prescribiendo un
tratamiento. Esta es la parte pragmática y visible de la curación, la
cual venía acompañada por la invisible: la magia. Los egipcios
consideraran que las enfermedades estaban relacionados con el mundo de
lo intangible, de modo que las curaciones no eran completas si no
trataban a la vez este aspecto.
Desde el punto de vista moderno, el
recurso a la magia de los médicos egipcios era un inteligente modo de
poner en práctica el efecto placebo y reconfortar al enfermo haciéndole
ver que nada se dejaba al azar y se ponían todos los remedios para
atajar su enfermedad. Lo cual era un modo perfecto de hacer que su mente
aplicara todos sus recursos en curarse sin darse cuenta. Sin embargo,
como demuestran el comentario de Ramsés II y las descripciones de
algunos casos en los papiros médicos, los galenos egipcios sabían que el
mundo real siempre se imponía al mágico. Así, en el Papiro Ebers
encontramos el siguiente comentario: «Si examinas a un hombre porque le
duele el estómago y le duele el brazo y el lado del estómago. Hay que
decir respecto a ello: es la enfermedad wadji. Hay que decir respecto a
él: algo ha entrado en su boca. La muerte se aproxima».
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