DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA / NUEVO ESTUDIO
La ensenada permanecía enterrada y olvidada
Ubican el antiguo puerto de Palos desde donde partió Colón en 1492
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La gran ensenada en la desembocadura del río Tinto, en la localidad de Palos de la Frontera, desde donde se sabe que partió la expedición desapareció con los siglos.
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Arquéológos de la Universidad de Huelva han ubicado el yacimiento en donde estaba ubicado el Puerto de Palos en 1492, cubierto ahora por tierra y vegetación
"Lo que me sorprendió mucho fue no ver allí nada que se pareciera a un puerto; no había muelle ni desembarcadero; únicamente la limpia orilla del río y el casco de un barco de transporte que me dijeron llevaba pasajeros a Huelva, varado en la seca arena
a causa de la bajamar. Palos, sin duda alguna, ha disminuido en
dimensiones, pero nunca debe haber sido una gran población; si tenía
almacenes en la playa han desaparecido".
La impresión que describe Washington Irving podría ser la de cualquier visitante en Palos de la Frontera ahora; y sin embargo, se remonta a 1828, año que el romántico escritor y diplomático estadounidense eligió
para conocer el lugar que gestó uno de los acontecimientos más
importantes en la historia de la humanidad, el descubrimiento de
América. Ya entonces no había ni rastro del puerto del
que partieron La Pinta, La Niña y la Santamaría en 1492. La gran
ensenada que llevaba las aguas del Tinto hasta el interior de la villa había retrocedido,
del mismo modo que habría que retroceder en el tiempo hasta mediados
del siglo XV para rememorar la prosperidad económica que hizo de esta
vaguada un referente internacional.
Composición sobre cómo era la ensenada en el siglo XV y su situación actual, cubierta por tierra y vegetación.
Gracias a las amplias fuentes documentales que se conservan, era conocido que Cristóbal Colón comenzó en Palos de la Frontera la travesía hasta el Nuevo Mundo, pero se desconocía el lugar exacto de su salida.
Hasta ahora. En este lugar trabaja estos días un equipo de arqueólogos e
investigadores de la Universidad de Huelva con el objetivo de sacar a
la luz el yacimiento donde se localizaba este antiguo puerto, y que
hasta hace pocos meses permanecía completamente enterrado bajo un cerro por el paso de los años y el olvido.
"El descubrimiento de América fue el gran mazazo para Palos, a pesar
de lo que se pueda creer", explica el director del proyecto Juan M.
Campos. La demografía de Palos se desploma y en dos decenios pierde un 43% de su población. Los grandes armadores, artesanos y marineros palermos emigraron a América atraídos por sus riquezas y a Sevilla, donde se instala la Casa de la Contratación
y el negocio con las Indias. De hecho, la segunda expedición colombina
ya sale de Cádiz. A partir de entonces, la ensenada se va cubriendo de
sedimentos hasta que se pierde por completo: una fotografía que en nada
se parece a la imagen de esplendor que muestran los nuevos hallazgos.
Las últimas hornadas del puerto de Palos
Las Ordenanzas Municipales de la época hablan de un puerto, una alota
y un forno, que al final ha resultado ser un alfar, es decir, un
conjunto de hornos. "Estamos ante un complejo industrial único en España"
por su cantidad, variedad y grado de conservación, indica la arqueóloga
Lucía Fernández mientras nos descubre pieza a pieza el resultado de las excavaciones.
Los dos hornos de mayores dimensiones fabricaban ladrillos y tejas con
las que luego se construyó la iglesia de San Jorge Mártir de la
localidad. "Posiblemente en cada hornada sacaban 3.000 ladrillos", añade Fernández.
Horno de Palos de la Frontera.
Otros hornos producían cerámicas, menaje para el hogar,
pesas de red y grandes contenedores o vasijas para el transporte. "Es
muy probable que lo que aquí tenemos sean las últimas hornadas que se
hicieron, las producciones fallidas o desechadas", explica Lucía
Fernández. Los hornos, como todo, tienen una vida limitada y resultaba
más rentable construir otros nuevos cuando éstos comenzaban a producir
defectuosamente. En uno de ellos se han topado con una última producción de ladrillos
que se habrían quedado adheridos unos a otros durante la cocción
formando una masa inutilizable. La dejaron sobre la parrilla,
abandonaron el horno, y, de este modo, es cómo la han encontrado años
después al desenterrarlo.
Todos estos hornos tiene cerca sus testares, acumulaciones de la
cerámica desechada, lo que ha permitido encontrar una gran cantidad de
vestigios. Otra circunstancia que llama la atención a los historiadores
es la existencia de hornos de alimentos, donde se hacía pan o se
cocinaban animales.
La alota: la joya de la corona
Destaca un hecho llamativo y de notable significación: el
arrendatario de la alota, el edificio central del puerto donde se
localizaban el bodegón, la fonda y el almacén, estaba obligado a tener
siempre alimentos frescos y pan para los marineros y mercaderes que
hasta principios del siglo XVI llegaban a Palos desde Inglaterra,
Francia, Italia, los Países Bajos y otros puertos hispanos. La alota también servía de aduana y recaudaba los tributos señoriales.
"El término alotar viene de subastar pescado", cuenta Juan M. Campos.
"Habría un trasiego enorme. Los historiadores calculan que no habría
nunca menos de 100 personas en su interior y alrededores", siendo la
estancia donde se han recogido múltiples objetos personales como monedas
y fragmentos de pulseras.
El terreno del alfar excavado alcanza los 800 metros cuadrados, aunque podría ser mayor, y el de la alota se estima en unos 600 entre las tres estancias que lo componen. Falta el astillero, del que no queda huella ya
que las características del terreno, que se enfanga con intensidad con
las lluvias, no han permitido encontrar de momento restos de madera.
Frente a ello, siempre ha permanecido visible el símbolo colombino más
conocido: la Fontanilla, que abasteció de agua a las naves del
descubrimiento antes de su partida.
Postal inglesa del siglo XIX.
Dos son las novedades más relevantes de este estudio que Juan M.
Campos inició en los años 90 y que ha podido ser retomado hoy con el
apoyo del Ayuntamiento de Palos. Una, que la dimensión de la ensenada permitía el acceso de las naves
al interior del puerto sin necesidad de avanzar en barcos más pequeños
para la carga y descarga. "Una carabela necesita tres metros de calado y
la ensenada en época colombina tendría entre seis y ocho metros. Por
eso era tan importante, un puerto natural al abrigo de los vientos
y las corrientes dominantes, y de gran rentabilidad" asegura el
director. Y dos, el horno, que en realidad, son nueve hornos como
mínimo.
La placita de la Puerta de los Novios
En la madrugada del 3 de agosto de 1492, Cristóbal
Colón y sus marineros salieron por la Puerta de los Novios después de
asistir a misa en la iglesia de San Jorge Mártir, encaminándose hacia al muelle del que partirían sólo unos metros más allá en busca de una nueva ruta comercial con Asia a
través del océano Atlántico y presumiendo ya la esfericidad de la
Tierra. El 12 de octubre alcanzaron la isla de Guanahaní (San Salvador),
aunque Colón nunca fue consciente de la magnitud de su hazaña y siempre
creyó que habían llegado a la costa oriental asiática.
De este modo, fue un pequeño territorio en el extremo occidental del reino de Castilla el elegido por Colón y los Reyes Católicos
para preparar una expedición de gran envergadura, y no por casualidad.
"Todos los del pueblo, sin exceptuar ninguno, están dedicados a las
cosas del mar y ocupados en continuas navegaciones" escribió sobre Palos
de la Frontera el cronista de Indias Pedro Mártir de Anglería en sus
Décadas del
La flota del Nuevo Mundo.
Las fuentes del Archivo General de Simancas confirman que Palos contó con una de las flotas más numerosas, unas 50 carabelas y otras embarcaciones menores. Tenían patente de corso, autorización para arremeter contra barcos o poblaciones enemigas, y destacaron por ser la entrada de esclavos y mercancías traídos de las aventuras corsarias, con incursiones a Guinea, hasta la paz de Alcaçovas en 1479.
Sin marineros como los hermanos Pinzón, oriundos de Palos, es probable que la historia que hoy conocemos fuese muy distinta
La cultura marítima y el conocimiento técnico de los palermos eran sobresalientes. Allí se encontraban los mejores talleres de carpintería de ribera.
Su gran capacidad para la lectura de vientos y corrientes, así como la
interpretación cartográfica explica el temor de Colón a que alguno
pudiera copiar sus mapas. Pero todo ello explica también la gran dependencia económica que propició más tarde la caída de Palos,
la cual no se recuperará hasta el siglo XX. Las palabras del
historiador J. L Gonzálvez Escobar resumen bien la situación: "Ser los
primeros en llegar a América apenas había traído más beneficio que la
gloria".
Tampoco debe pasar por alto el hecho de que sin marineros como los hermanos Pinzón, oriundos de Palos, es probable que la historia que hoy conocemos fuese muy distinta, pues su participación fue decisiva.
"Colón sin marinos (...) sólo fuera un ideal o cuando más un genio
fracasado. El tópico manoseado de que embarcaron a la fuerza e
ignorantes, es injusto; y la leyenda, no menos repetida, de sus terrores
y rebeldías en el mar, absurda", decía el Padre Ángel Ortega hacia
1926. Martín Alonso y Vicente Yáñez son los más conocidos por capitanear
La Pinta y La Niña. A bordo de la primera iba, como maestre, Francisco
Martín, el tercero de los hermanos.
Sobre el futuro del yacimiento y su apertura al público,
la mirada está puesta en la Feria Medieval del Descubrimiento y las
jornadas de historia a celebrar el próximo 15 de marzo. Un nuevo reto
que requeriría más tiempo, y más inversión, sería recuperar la ensenada, que hoy es toda tierra y vegetación.
Esto podría hacerse de forma natural o instalando un lago artificial
como el ideado para La Rábida, donde se mantienen localizadas las
réplicas de las tres naves protagonistas. No se descarta tampoco la
posibilidad de trasladar éstas a Palos para una mejor contextualización
de la historia o, tomando en consideración lo que cuentan los escritos,
reconstruir un astillero y recrear un barco en construcción. Según los
ingenieros, no hay nada imposible.
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