viernes, 4 de febrero de 2022

"Francisca de Santiago, la ´sorda´ de la Cárcel Real (1715). Fe y caridad en la Sevilla del Barroco”,

FRANCISCA DE SANTIAGO "LA SORDA" DE LA CÁRCEL REAL (1715).

FE Y CARIDAD EN LA SEVILLA DEL BARROCO.

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INTRODUCCIÓN
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La sociedad española de los siglos XVI y XVII fue reflejo de infinidad de personajes castizos, populares y anónimos, que llenaban y daban vida a las calles y plazas de las distintas ciudades hispanas. Muchos de ellos fueron recogidos de forma magistral por la literatura y la pintura de la época. La Sevilla que fue “Puerto y Puerta de Indias” no estuvo exenta de ellos, como reflejaron los pinceles de Diego de Silva y Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo, entre otros.
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Con estas líneas rescatamos del olvido, a uno de esos personajes que formó parte del alma mater de la urbe hispalense, imbuida del espíritu religioso del Barroco durante más de un siglo. Se trata de Francisca de Santiago, más conocida como “hermana” Francisca o “la sorda de la Cárcel”.
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DE ZALAMEA DE LA SERENA A SEVILLA
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Fue natural “del lugar del Santo Cristo de Zalamea”, es decir, de Zalamea de la Serena (Badajoz), donde nació aproximadamente entre 1650- 1655, localidad que abandonó siendo aún muy joven para emigrar como tantos otros paisanos suyos a orillas de la Sevilla “americana” en busca de mejor fortuna.
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Su labor caritativa sin duda tuvo que hacerse notar en la Cárcel Real, no pasando ni mucho menos desapercibida. Pedía limosna en todas las festividades, pascuas y días de misa solemne, para darles “almuerzo a los pobres y regalo a los que estaban enfermos”. Tras años de pedir limosnas, en el citado año de 1715, lograba dejar una pequeña dotación para la Enfermería de la misma: seis camas de bancos de hierro, doce colchones, veinticuatro sábanas, doce almohadas y cobertores.
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UN ROBO EN LA IGLESIA DE LOS CLÉRIGOS MENORES.
El 3 de marzo de 1713, el barbero natural del Arahal, Francisco Gómez Delgado, que vivía en la calle Tintores, aprovechó que se habían dejado la llave en el Sagrario de la capilla de nuestra Señora de Belén, de la Iglesia de los Clérigos Menores, que servía de Comulgatorio, para llevarse bajo su capa el copón del Santísimo Sacramento con muchas formas consagradas.
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Al verse el ladronzuelo cada vez más acorralado, huyó por los tejados de su casa y se acogió a sagrado en el convento de San Francisco. Ello no le sirvió de gran cosa, pues el día seis fue detenido por los tenientes del Asistente y sacado de allí, siendo llevado a la Cárcel Real.



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SU FERVOR INMACULISTA
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Francisca de Santiago tuvo que conocer de primera mano todo el caso y cautiverio de Francisco Gómez Delgado en la Cárcel Real. Como forma de compensar su sacrilegio y el agravio acontecido con el Santísimo Sacramento de la iglesia de los Clérigos Menores, y apiadándose de él, tomó la decisión de dotar una fiesta en honor de la Inmaculada Concepción.
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Pidió a la Colegial del Salvador depositar en un altar, una imagen de la la Inmaculada que ella tenía en la cárcel. Se lo denegaron. Es todo un enigma, cómo Francisca se hizo con esta imagen y este ajuar. Sin lugar a dudas su minusvalía y su popularidad en la Sevilla del momento, le ayudarían a lograr la colaboración de muchas familias acomodadas de su collación y de otras cercanas.
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Francisca dejó en poder de D. Andrés de Viera más de 1600 pesos escudos que había juntado de limosnas. Imaginamos que dicha cantidad se invirtió en una renta fija que garantizara su celebración, pues tenemos constancia que durante muchos años la fiesta se mantuvo.



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SU DEVOCIÓN MARIANA.
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A la Archicofradía Sacramental de la Colegial del Salvador le dejó una muceta de tela encarnada “muy rica”, unos manteles y albas “muy ricas”, un vestido de tela para Nuestra Señora del Voto y otras muchas alhajas para adorno de la fiesta que ella dotó y estaba a cargo de dicha institución religiosa.
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A ello sumó un “viso del Sagrario de terciopelo y plata con un cordero”. Nuestra Señora del Voto es una escultura anónima que es una imagen de la Inmaculada. Fue encargada por la Archicofradía Sacramental del Salvador en el año 1654, para conmemorar la memoria del voto concepcionista que había realizado la corporación el año anterior. La imagen ya contaba en su ajuar con un vestido realizado por el bordador Frutos García (1677) y manto de Felipe de Morales (1687-1688).
Tampoco se olvidó de Ntra. Sra. de las Aguas, a la cual en años anteriores ya le había donado “unos sarcillos de perlas suyos y otras cosas".



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CONCLUSIÓN
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Francisca de Santiago fue vista y reconocida al final de sus días como beata que rozaba la santidad, por su devoción y permanente frecuencia en los templos de su collación. No sabemos si llevó al tipo de hábito religioso terciario, pero lo cierto es que no le hizo faltan vivir en clausura ni bajo una regla.
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Su vida la empleó en pedir limosna, y como no tenía una comunidad a la que servir, hizo de de la Cárcel Real y de la Colegiata del Salvador, los dos epicentros de su vida. Sin saber escribir, su fe le llevó a lidiar con dos instituciones como la Archicofradía Sacramental y el Cabildo de la Iglesia Colegial, para fundar dos fiestas en honor de la Inmaculada Concepción en 1702 y 1713.
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Ella consideraba que lo que recogía no era propiedad suya, pues “todo era de Dios y pedido de limosna”. Si hay un pasaje y una frase bíblica que resume su vida es la de “No he venido a ser servido sino a servir”, recogida en Mateo 20, 17-28: “[…] el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. -
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Esperamos con estas líneas haber intentado acercarnos a la microhistoria de esta mujer, que vivió y compartió los valores de la Sevilla Barroca de su tiempo de forma muy intensa: fe y caridad.
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BIBLIOGRAFÍA:
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"Francisca de Santiago, la ´sorda´ de la Cárcel Real (1715). Fe y caridad en la Sevilla del Barroco”, en CAMPA CARMONA, Ramón de la (coord.): Miscelánea histórica hispalense. Sociedad, cultura y arte en el Reino de Sevilla, Ed. Litopress, Córdoba 2018, pp. 477-514.
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