miércoles, 30 de marzo de 2016

XXXI Jornadas de Patrimonio de la Sierra en Aracena - 7 al 10 de abril de 2016


XXXI Jornadas de Patrimonio de la Sierra en Aracena

7 al 10 de abril de 2016



XXXI Jornadas de Patrimonio de la Sierra en AracenaDurante 4 días, con una extensa programación de interesantes actividades, tendremos una oportunidad única para conocer a fondo la localidad serrana de Aracena, la riqueza de su cultura, su historia y su entorno. Podremos asistir a ponencias de investigadores de áreas como arqueología, historia, antropología, patrimonio natural, patrimonio histórico-artístico, etc., entre otras muchas actividades.

Las Jornadas que cada año se celebran en una localidad, son fruto de la iniciativa ciudadana, que ha posibilitado la creación de mecanismos como este para divulgar el Patrimonio en todas sus facetas para común conocimiento y disfrute por parte de la sociedad. La herramienta utilizada ha sido el asociacionismo cultural, generalmente a través de asociaciones locales de defensa del Patrimonio. Contará con la siguiente programación:

Jueves 7
  •  17h. Apertura y recepción
  • 18h. Inauguración a cargo de las diferentes autoridades.
  • 19h. Exposiciones:
  • Fotografías de Carlos Martínez, Colección de Quijotes y El Ferrocarril Huelva – Zafra. Lugar: Iglesia de Santo Domingo
  • Fauna de la Sierra de Aracena, y Manualidades de Manoli Cerqueira. Lugar:Iglesia de San Pedro
  • Esculturas de Emilio Rodríguez, Excavación arqueológica del Castillo de Aracena. Lugar Sala de Exposiciones del Teatro Sierra de Aracena.
  • 20h. . Destilerías Martes Santo. 1870. Historia del paso agrario a la construcción de empresas de la revolución industrial en la sierra en paralelo a la industria corchera. Mónica Belchi.


Viernes 8

  • 11h. Ponencia. La fauna de la Sierra de Aracena. Por Javier Vázquez de la Asociación Lutra.
  • 12:30h. Ponencia. Cómete el paisaje. Revisión del aptrimonio cultural inmaterial. Verónica Álvarez. Valdelarte.
  • 17h. Ponencia. Los recursos turísticos del Cañaveral de León y su potenciabilidad como base para la diversificación de la economía local: primera aproximación. Mercede Gordo Vázquez.
  • 16:30h. Ponencia Obra Social de la Hermandad de Jesús Nazareno de Aracena. Primera ambulancia en la sierra. Mario Rodríguez García.
  • 20h. Mesa redonda. Desarrollo económico y turístico en la Sierra.
  • 21h. Visita Guiada por Aracena.

Sábado 9

  • 11h. Ponencia. Iglesia inacabada de Castaño del Robledo. Claves para su futuro. Periferias plataforma de cultura y sociedad.
  • 12:30h. Nueva gruta en Aracena. Wenceslao Martín Rosales.
  • 17h. Ponencia. El final de la guerrilla republicana en las Sierras de Aroche y Aracena. Félix Sancha Soria.
  • 18h. Presentación de libros. “Memoria de un cura liberal exaltado” de Manuel Moreno Alonso. “Los orígenes de la industria electroharinera en la provincia de Huelva” Félix Snacha Soria.
  • 19h. Diaporama. Aracena, Carlos MArtínez.
  • 21h. Concierto de Revolver en el Teatro Sierra de Aracena.


Domingo 10

  • 11h. Ponencia. Castillo de Aracena, pasado, presente y futuro.
  • 12h. Ponencia. El recinto fortificado de Aracena y la banda gallega. Juan José Fondevilla
  • 13h. Premio. Entrega del Premio Serrano del Año.
  • 13h. Clausura.


Entrada libre.
Organiza la Federación de Asociaciones.
Información: 663 937 879
Lugar: Teatro Sierra de Aracena. Del 7 al 10 de abril.
Aracena

martes, 29 de marzo de 2016

I Simposio 'La devoción a la Soledad y Santo Entierro en el antiguo Reino de Sevilla' (Castilleja de la Cuesta, 23 de abril de 2016)

I Simposio 

'La devoción a la Soledad y Santo Entierro en el antiguo Reino de Sevilla' 
(Castilleja de la Cuesta, 23 de abril de 2016)



0940Organizada por la Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol, la cita tiene abierta todavía tanto el plazo de inscripción para los asistentes (hasta el 20 de abril) como el de recepción de comunicaciones (hasta el 30 de marzo).

La Hermandad Sacramental de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta ha dado a conocer el amplio elenco de prestigiosos ponentes que expondrán sus trabajos en el primer simposio 'La devoción a la Soledad y Santo Entierro en el antiguo Reino de Sevilla', una de las citas más destacadas de las que conforman el programa de actos y cultos de la inminente Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Soledad.

El evento tendrá lugar el próximo 23 de abril en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María (Colegio de las Madres Irlandesas), estando abierto todavía tanto el plazo de inscripción para los asistentes (hasta el 20 de abril) como el de recepción de comunicaciones (hasta el 30 de marzo).

La lista de ponentes la abre Ramón Cañizares Japón, archivero de la Hermandad Sacramental de la Soledad de San Lorenzo de Sevilla, quien hablará sobre 'Las hermandades de la Soledad y Santo Entierro en el Antiguo Reino de Sevilla', título también de su último libro.

Amparo Rodríguez Babio, licenciada en Geografía e Historia, y especialista en la época medieval, ofrecerá la ponencia 'Un ejemplo de religiosidad marginal: la hermandad de la Santa Cruz y Soledad de la calle Linos de Sevilla'.

El licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla Francisco Amores Martínez expondrá su 'Aportación documental a la historia de la hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de las Angustias de Sanlúcar la Mayor'.

Por su parte, Jorge Alberto Jordán Fernández, integrante de la ASCIL y premiado en el concurso de monografías 'Archivo Hispalense', expondrá su trabajo sobre 'La Hermandad del Santo Entierro de Estepa. Notas para su Historia'.

'El templo neoclásico de la Soledad de Cantillana. Arte y arquitectura a finales del siglo XVIII; entre la Academia y la tradición' será el título de la ponencia del licenciado en Historia del Arte Antonio López Hernández.

Por último, Enrique Ruiz Portillo, licenciado en Historia del Arte abordará 'La renovación artística de la Hermandad del Santo Entierro de Alcalá de Guadaíra y el artista Manuel Pineda Calderón durante el segundo tercio del siglo XX (1936-1965)'.

El simposio, que se convertirá en un evento cultural de primer orden en la localidad, tiene un claro carácter divulgativo, sirviendo para dar a conocer aportaciones de calado histórico a través de su exposición pública y posterior publicación de las actas, todo ello con el objetivo de profundizar en la devoción e historia de las hermandades bajo la advocación de la Soledad de María Santísima.

Juan Prieto Gordillo, doctor en Historia del Arte y director del Simposio, indicó el deseo de la hermandad de que el simposio "ofrezca nuevos descubrimientos históricos que vengan a enriquecer los conocimientos fidedignos de muchas hermandades de la Soledad, tanto primitivas como incipientes, así como a poner de manifiesto datos unificadores a todas ellas que con toda seguridad entusiasmarán a los amantes de la Semana Santa y que supondrá un punto y seguido en la historia cofrade de nuestras hermandades".

Estas jornadas nacen, además, con vocación de continuidad, cediendo el testigo en próximas ediciones a otras hermandades bajo la advocación de la Soledad de María. A ellas se invita especialmente a archiveros, historiadores, etc. de las propias hermandades que quieran dar a conocer diferentes aspectos relacionados con la historia de sus corporaciones.

Los interesados en acudir al simposio o en enviar sus comunicaciones pueden obtener más información en www.hermandaddesantiago.es/simposio, así como en el correo electrónico: simposio@hermandaddesantiago.es

MÁS INFORMACIÓN
José Rodríguez Polvillo
Teléfono: 607.27.46.03

www.hermandaddesantiago.es

viernes, 25 de marzo de 2016

Julio Mayo Rodríguez: "El triunfo de la Esperanza de Triana", en ABC de Sevilla, Jueves 24 de marzo de 2016, pp. 46 y 47

EL TRIUNFO DE LA ESPERANZA DE TRIANA

Julio Mayo Rodríguez

en 
ABC de Sevilla, Jueves 24 de marzo de 2016, pág. 46 y 47



Es mucho más antigua la devoción trianera a la Virgen de la Esperanza –con culto documentado en la parroquia de Santa Ana, en las primeras décadas del siglo XVI– que la que comenzó a profesársele en el barrio de la Macarena, a finales de la misma centuria dentro del convento de San Basilio. No en vano, aquel monasterio no se fundó hasta que promovió el establecimiento de esta orden religiosa un cofrade de la Esperanza de Triana, en 1593. Se trata del rico comerciante asentado en nuestra ciudad, que era de origen greco–chipriota y solía operar por la orilla trianera, llamado Nicolás Triarchi. Movido por la devoción a su paisano San Basilio, cedió una casa que poseía en la collación de Ómnium Sanctórum, donde los frailes construyeron el colegio de la orden. ¿Puede decirse, entonces, que el bienhechor se llevó la devoción de la Esperanza desde Triana a aquel otro lado de Sevilla?

Fray Hernando de la Cruz accedió a que pudiera fundarse, en el colegio de San Basilio Magno, la Cofradía de Nuestra Señora de la Esperança y hermandad de penitencia, a finales de noviembre de 1595, fecha oficial de la aprobación canónica de la corporación macarena. Sin embargo, en la parroquia de Santa Ana del barrio de Triana venía rindiéndosele culto a la Esperanza, desde finales del siglo XV, en un altar sobre el que instituyó una capellanía el sacerdote don Gonzalo de Herrera hacia 1520. Se data en 1565 la cláusula testamentaria de Juan de Vidal, avecindado en Triana, que ordenó acompañar su entierro «de la dicha cofradía de Nuestra Señora de’Esperança, que hace su ayuntamiento en la dicha iglesia del Espíritu Santo». 

De hecho, en el sínodo convocado por el cardenal Niño de Guevara, en 1604, se ordenaron las cofradías por antigüedad para que hiciesen estación a la Catedral y se cita a la Esperanza de Triana en séptimo lugar, detrás de El Valle (El Silencio, La Hiniesta, Los Negritos, Vera Cruz, Gran Poder, El Valle y Esperanza de Triana). La de la Macarena ni consta. En la actualidad se considera a la hermandad de la Macarena, sin embargo, más remota que la de Triana. El equívoco pudo haberse inducido al verificarse la reunión la de Tres Caídas, en los primeros compases del siglo XVII.

Mirando al puerto camaronero estaba la capillita de la casa-hospital de los religiosos del Espíritu Santo, ya desaparecida, cuyo postigo daba a la calle Pureza. Allí residía ya, en 1565, la cofradía de la Esperanza que contaba con numerosos cofrades dedicados al tráfico marítimo. Por mandamiento del Arzobispado, el año 1616 tuvo que fusionarse con la de las Tres Caídas, creada poco tiempo antes en un cercano convento de clausura de monjas Mínimas. La corporación resultante permaneció instaurada en la iglesia del Espíritu Santo, de cuyo hecho histórico se conmemora la efeméride del cuarto centenario (1616–2016).

Pone de manifiesto la histórica vinculación que guardó la Esperanza con el gremio de los marineros, un documento de concordia, hasta hoy inédito, que hemos hallado en el Archivo de Protocolos Notariales. Es un acuerdo, suscrito en 1815, entre la entonces Congregación de mareantes y la cofradía de las Tres Caídas, con el piadoso fin de que la imagen de Guía, hasta entonces venerada también en el Espíritu Santo, pudiera recibir culto en la capilla de la calle Pureza, que iba a reabrirse.

La de los Marineros era un espacio religioso incardinado en el corazón del propio barrio, no en un lugar tan excéntrico como la capilla del Patrocinio en el extrarradio. En ella había cinco retablos. El principal lo ocupaba el Cristo caído, junto a las imágenes de San Juan Evangelista y María Magdalena. En una de las paredes laterales recibía culto la Esperanza y una pequeña talla de Jesús atado a la columna, mientras que en la de enfrente estaba la hornacina de Nuestra Señora de Guía, además de la de San Telmo y una Santa Cruz. Precisamente, se cumplen ahora doscientos años del estreno de su nueva capilla e imagen dolorosa de la Esperanza, tallada por Juan de Astorga según escribe José Bermejo en su libro de las Glorias religiosas (1882). Salió en procesión el Jueves Santo 11 de abril de 1816, a las tres de la tarde, después de que en Sevilla no hubiese estacionado ninguna cofradía por impedirlo la lluvia, como cuenta el cronista Félix González de León.

Además de la gente marinera, Nuestra Señora de la Esperanza extendía su protección sobre los vecinos de un barrio eminentemente alfarero y calé. Colaboró muy estrechamente con la hermandad de los Gitanos, cuando se fundó en la misma capilla trianera del Espíritu Santo, el año 1753, a instancia del «castellano nuevo» Sebastián Miguel de Varas, o Vargas. Le cedió varios enseres para que pudiese realizar su primera salida procesional, que finalmente hizo desde el convento del Pópulo, en la Magdalena, aquel año central del siglo XVIII. Y aún residiendo los Gitanos fuera de Triana, volvió la de las Tres Caídas a prestarle insignias y otros utensilios necesarios para la procesión de la Semana Santa de 1827. Del protagonismo que comenzaron a tomar como hermanos los artesanos del arrabal, nos habla un expediente que hemos analizado en el Archivo del Arzobispado, de la década de 1840, en el que figuran ya una serie de cofrades dedicados a la carpintería (suponemos que de ribera) y la alfarería. Volvió a salir en procesión en 1845, después de muchos años sin hacerlo y fue a la Catedral por primera vez.

Desde su establecimiento en Sevilla, los duques de Montpensier ayudaron a fomentar las salidas procesionales de varios años con la entrega de limosnas, como en 1851. Desfiló el Viernes Santo por la tarde y cuando venía de regreso de la Catedral se cruzó con la de Montserrat por la antigua calle Génova (actual García de Vinuesa). Sus hermanos discutieron sobre cuál habría de llevar la iniciativa y se originaron importantes altercados. Comenzó a correr la multitud y la autoridad tuvo que llegar a hacer uso de las armas, repartiendo palos a diestro y siniestro. El diario sevillano «El Porvenir» recogió que hubo que lamentar varias desgracias entre algunas señoras. Visitó la capilla de la calle Pureza la duquesa doña María Luisa Fernanda de Borbón, el día 18 de diciembre de 1852, festividad de la Esperanza. Desde entonces quedó sellada la vinculación con los Montpensier, como testimoniaba en el antiguo escudo la flor de lis, tan distintiva de aquella familia con derecho a sucesión monárquica.

Razones de su protagonismo devocional y popular

Pero cuando verdaderamente comenzó la Esperanza de Triana a labrar el enorme mito que representa hoy dentro de nuestra Semana mayor, fue a partir de su incorporación a la jornada de la Madrugada, en 1889. Vino a reemplazar a la también trianera cofradía de la O, que lo había estado haciendo de noche, desde que cruzase a Sevilla para ir a la Catedral (1830). Su prioste, don Francisco Díez, comunicó a las autoridades la intención de dejar el horario nocturno, en la cuaresma de 1888, recalcando literalmente que lo hacía «para evitar los excesos que se cometen, no propios en actos religiosos». Queda claro que aquella otra hermandad del barrio no había logrado sintonizar con el ambiente que despertaba la noche, tan en boga ya en Triana. El representante de las Tres Caídas, don Francisco Ollero, trasladó a la corporación municipal y al señor Provisor del Arzobispado, que su hermandad saldría a las tres de la madrugada del Viernes Santo de aquel 1889. Desde luego, la Esperanza, sí consiguió atraer a los segmentos más carismáticos de un entorno marginal y a toda aquella gama de personajes y artistas maravillosos a los que tanto les inspiraba la nocturnidad.

Este nuevo horario terminó confiriéndole un importante empuje a la proyección universal de la hermandad, al entrar en concurso ahora una serie de circunstancias determinantes, como la de pasar a desfilar por el centro de la ciudad detrás de la cofradía de la Macarena. Tradicionalmente, los macarenos, vitoreaban con entusiasmo a su hermosísima titular mariana, cuya muestra de fervor se propusieron contrarrestar los trianeros con unas aclamaciones mucho más continuas, ovaciones más sonoras y la interpretación de saetas por doquier. Que se enterase Sevilla cuál era la más guapa, era el afán. Era la lucha por la supremacía de un barrio sobre el otro. Esta pugna, tras la que subyace una reivindicación vecinal de la identidad de una Triana que en aquel tiempo añoraba poder ser hasta un pueblo independizado de Sevilla, trascendió al dominio devocional y se suscitaron entonces no pocas disputas, relativas a dilucidar cuál de las dos imágenes salía mejor vestida y con mayores adornos. Aquella rivalidad se conoció en todo el mundo, como lo demuestra el peculiar reportaje publicado por el periodista Stephen Bonsal, en la revista norteamericana The Century Magazine (1898).

Hasta dónde llegarían los piques entre ambas que sólo diez años más tarde, en 1899, el vicario diocesano decidió comunicarle a la de Triana que su horario de salida pasaría a ser las 9 de la mañana del Viernes Santo. Tras no pocas protestas, se permitió que saliese a las 2,30 de la madrugada, aunque ya no detrás de la Macarena. Desde la alcaldía y el Palacio episcopal, se le ordenó en las vísperas de la Semana Santa de 1899, que verificase su estación a la santa iglesia Catedral, «no sólo con el recogimiento y orden propios del acto que realizan, sino después de la hermandad del Cristo del Calvario y Nuestra Señora de la Presentación, apercibiéndose de que en caso de no acatar lo dispuesto se multaría a la cofradía». Esta medida de gobierno, consistente en intercalar como «cortafuego» otra procesión entre ambas, aunque la curia justificase la introducción con argumentos del Derecho canónico, no tuvo más que un sentido práctico: atajar el descontrol de las porfías. En el seno de la hermandad se vivió entonces una fortísima división interna y la autoridad eclesiástica suspendió a su junta de gobierno y nombró una gestora.

Desde siglos pasados, el barrio de la Macarena se distinguió por mantener muchas de las costumbres y tradiciones sevillanas. En su demarcación nacieron un buen número de personajes populares y cantaores flamencos. Aunque con el paso del tiempo, Triana fue arrebatándole aquella vitola y tras la fundación de la hermandad del Rocío (1813), conquistó bastantes ápices del acervo folclórico y religioso popular. A finales del siglo XIX, Nuestra Señora de la Esperanza consiguió impregnarse plenamente de la idiosincrasia de su arrabal y terminó convirtiéndose en el mejor vehículo de expresión de la realidad religiosa, social y cultural de Triana en Sevilla.

A lo largo de la historia ha contribuido a realzar el prestigio de esta hermandad, el hecho de que su Mocita morena haya sido el ancla de salvación de marineros y llegase a socorrer la desesperanza de tantísimos humildes vecinos de corrales, gitanos y alfareros. Su mayor gloria es haber nacido en Triana. Pero tu principal triunfo radica en… que también es de Sevilla.


Rodríguez Ojeda, un bordador macareno para la Esperanza de Triana

Uno de los que contribuyó a alimentar la dualidad de las dos Esperanzas (Triana y Macarena), fue el bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda, quien se involucró muy activamente en el diseño y ejecución de distintas piezas textiles, bordadas en oro, para las imágenes titulares, así como la puesta en escena del conjunto de la cofradía, mediante el embellecimiento de enseres e insignias corporativas.



GARCÍA LORCA EN TRIANA

A finales del mes de abril de 1935, Federico García Lorca vino a disfrutar de nuestra Semana Santa. Fue la última vez que estuvo aquí pues, sólo un año más tarde, fue fusilado al estallar la Guerra Civil. Desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección lo acogió el poeta Joaquín Romero Murube en los Reales Alcázares, como alcaide-conservador que era ya del emblemático edificio. Según cuenta Juan Ramírez de Lucas, un amante del escritor granadino, Federico disfrutó especialmente con la «bisagra de poderío estético que es la Madrugada». De la mano de Romero Murube como guía, acompañado por Pepín Bello y algunos otros jóvenes más, al llegar la mágica Noche cruzaron el puente con el propósito de ver salir a la Esperanza de Triana desde San Jacinto, entre el jolgorio de «guapa, guapa…». 


Cuando asomó a la puerta del templo el paso del Cristo de las Tres Caídas, le sorprendió a Federico el llamativo y desigual tocado de plumas que llevaban los romanos del Misterio procesional. Murube le sopló que «ante la escasez de los últimos años, las mujeres de los cabarets de la zona, incluso algunos transformistas, habían regalado a la hermandad sus abanicos y tocados de plumas para que las imágenes secundarias las lucieran». Acto seguido, con la Virgen en la calle, García Lorca se quedó impresionado con la densa marea de pétalos danzantes que caían desde los balcones para la Reina del barrio. La acompañaron hasta el otro lado del puente y se emocionó muchísimo al sentir que el pueblo de a pie se expresaba detrás de Ella con tanta espontaneidad. Llegaron a la Plaza Virgen de los Reyes y allí vieron salir de la Catedral a la Macarena, que también venía haciendo su recorrido. Al presenciarla, exclamó: -«Qué alegría, una ciudad con dos Esperanzas tan guapas, tan morenas, tan andaluzas». De pronto, se acercó a ellos por detrás un jovenzuelo y les dijo. -«¡Eso sólo podría ocurrírsete a ti, Federico». Éste se volvió y comprobó que era, nada más y nada menos, que Rafael de León, el sevillano autor de tantas coplas que, por aquellos años, era ya amigo de García Lorca.



JULIO MAYO, HISTORIADOR


Publicado en ABC de Sevilla, el jueves 24 de marzo de 2016, páginas 46 y 47.



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domingo, 20 de marzo de 2016

Biblioteca Digital del Instituto de Historia del CSIC

Biblioteca Digital del Instituto de Historia del CSIC





La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes ha inaugurado hoy un portal, realizado en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ofrece una importante selección de los valiosos fondos bibliográficos reunidos en la biblioteca del Instituto de Historia del CSIC.

Imagen del Instituto Historia del CSICEsta biblioteca, con un notable fondo antiguo, es posiblemente la más importante de su género en España y sin duda la más destacada del CSIC. Su catálogo está especializado en Historia, Historia de América, Historia de la Ciencia, Historia de la Iglesia, Arqueología y Prehistoria, y se completa con una excepcional hemeroteca.

El nuevo portal de la Cervantes presenta una selección en la que destacan obras de los siglos XIX y XX, algunos manuscritos y otros volúmenes de difícil localización. La sección de publicaciones periódicas incorpora cerca de 4.000 volúmenes de quince cabeceras distintas, entre las que sobresalen La Ilustración Española y Americana (publicada entre 1869 y 1901), El Museo Universal (1857-1869) y el Semanario Pintoresco Español (1836-1857).

Instituto de Historia del CSIC
El Instituto de Historia del CSIC, antiguo Centro de Estudios Históricos, está formado por diversos grupos de investigación, laboratorios y departamentos que promueven la investigación sobre el pasado como herramienta crítica para conocer y entender las dinámicas de cambio social y las interacciones de las sociedades humanas a lo largo del tiempo. En ese sentido, España ocupa una posición singular como puente de comunicación entre Europa, América y las dos orillas del Mediterráneo.

martes, 8 de marzo de 2016

Julio Mayo Rodríguez. Cofradías de las Atarazanas en el siglo XVI, en ABC de Sevilla, Sábado 5 de marzo de 2016, págs. 38 y 39.



COFRADÍAS DE LAS ATARAZANAS EN EL SIGLO XVI



JULIO MAYO

De las diecisiete naves que integraban las Atarazanas, un sector de la octava fue destinado desde sus inicios medievales a acoger una iglesia «porque los que allí trabajasen tuviesen un lugar donde rezar», según los documentos fundacionales del siglo XIII. La capilla real de las Atarazanas, que pertenecía a la corona española como todo el edificio, poseía un recinto sagrado bastante reducido en el que se festejaba desde antiguo el día de San Nicolás, como intercesor de los navegantes en situación de naufragios, debido a la conexión del conjunto constructivo con el río.


En cuaresma, los sermones tenían que predicarse en la calle porque los fieles no cabían en su interior y ni se predicaba cuando llovía. Dentro de las Atarazanas, la capillita carecía de muros colindantes, por lo que a los sacerdotes le resultaban muy molestos los ruidos de las continuas manufacturas de todo el enclave. En el último tercio del siglo XVI se decoró la puerta de entrada a esta capilla con un retablo que ocupaba el vano de acceso y su fachada principal. Este altar exhibía –según el investigador Celestino López Martínez– un «Misterio» (Crucificado, con la Virgen y San Juan), flanqueado a su derecha por la Caridad y San Jorge a la izquierda, respectivamente. Remataba el conjunto un Dios Padre sobre trono de ángeles, pintado por el artista Juan Díaz en 1575.

Delante de las Atarazanas se extendía un amplio espacio, desde el Arenal hasta la Resolana de la Torre del Oro, en el que cohabitaba la tentación del pecado del puerto –al que no paraban de llegar novedades de Europa y otras partes del mundo–, con muchos ingredientes culturales y religiosos, propios de la entrada y salida de mercadurías y viajeros. Desde luego, no fueron pocos los artículos que se recibían relacionados con ejercicios devocionales (cera, rosarios, cruces, flagelos, instrumentos de martirio, sermonarios, hábitos, cíngulos, túnicas, calzado, etc.). En este terreno inmediato al río de tanto trasiego, situado en un espacio marginal fuera de las murallas, se daba una forma de vida que se alejaba de los postulados eclesiásticos.


Los aledaños del Guadalquivir amparaban uno de los grandes foros comerciales, en el que se cometían numerosísimos abusos y excesos (engaños, robos, asesinatos, lujurias, etc.), con simultaneidad a las operaciones mercantiles. Transitaban pícaros y rufianes, chamarileros y prostitutas del cercano Compás de la Laguna, clérigos y canónigos de la catedral, comerciantes, inquisidores, carreteros y vendedores de todo tipo de géneros, soldados y marineros del puerto. Lope de Vega refirió que toda su arena era dinero, «porque es plaza general / de todo trato y ganancia». En medio de aquel ambiente también se realizaban numerosos ejercicios piadosos. La población gozaba de una extensa red conventual, integrada por casi todas las órdenes religiosas que atendían las necesidades espirituales del pueblo sevillano, al tiempo que daba respuesta a la organización de las campañas misionales a desarrollar en el Nuevo Mundo. Era en las inmediaciones de las Atarazanas, muy cerca del puerto, donde se solemnizaban los rituales de envío de misioneros. Los frailes y clérigos se involucraban con empeño pastoral en depurar su escandalosa –a decir por los eclesiásticos– grey pecadora.

Santa Caridad

Sevilla era la ciudad de la caridad. El sombrío contraste de su abundancia era ver vagar por las calles a pobres, enfermos, lisiados y otros muchos vagabundos que hacían oficio de sus miserias. Y no, precisamente, por falta de hospitales. A inicios del siglo XVI, como herencia de la Edad Media, se contabilizaban en el núcleo urbano más de un centenar de centros hospitalarios. Con anterioridad a la reorganización que, a mediados del siglo XVII, vivió la hermandad de la Caridad, deambuló por otras sedes.

El cronista Ortiz de Zúñiga refiere en sus Anales que cuando se aprobaron sus reglas, en 1578, la hermandad de la Caridad gozaba ya de más de un siglo de existencia. En 1564 pasó a un hospital, adyacente al templo parroquial de San Isidoro, hasta que sus cofrades decidieron trasladarse a la capilla real de las Atarazanas. 

En la junta celebrada el 1 de abril de 1588, sus integrantes acordaron organizar la procesión de disciplina del Jueves Santo. Por los Libros de la hermandad de la Caridad sabemos que tenía 106 túnicas con capirotes y disciplinas, 98 de sangre y 8 de luz. El cortejo procesional, abierto con la insignia de la Santa Caridad, salía de la capilla de las Atarazanas y se encaminaba hacia la catedral, El Salvador, La Magdalena, San Pablo y San Isidoro, donde se celebraba el ritual del Lavatorio.

A finales del siglo XVI, sus cofrades eran personas con cierto poder adquisitivo, en los que se registraba una alta presencia de flamencos como hermanos. Había mercaderes, negociantes, armadores de barcos, abogados, caballeros de órdenes militares, y algunos nobles, sobre todo a partir del siglo XVII, en el que se incorporaron sacerdotes y canónigos de la catedral. 

Aquella primitiva cofradía de la Caridad, o de San Jorge, no sólo cumplía con el precepto de sepultar cadáveres de pobres ajusticiados, o fallecidos a causa de algún accidente en el río, sino que atendía también a enfermos y accidentados en los trabajos de carga y descarga de las mercancías remitidas a Flandes y América. Esta labor requería el concurso de un sinfín de obreros, esclavos, marineros y trabajadores del muelle. Entre 1608 y 1610, la hermandad de la Caridad dejó de ejercitar su carácter penitencial y pasó a dedicarse a los enfermos y al enterramiento digno de pobres desolados.

Toneleros y Carretería

A orillas del Guadalquivir, arraigó el oficio de los toneleros dedicado a la construcción de cubas para el arqueo de las embarcaciones en las que se transportaban los productos líquidos. Por lo general, todos se avecindaban en los arrabales que nacieron al calor de la amplia mano de obra que demandaban las propias Atarazanas: barrios de la Carretería, Tonelería y Cestería. Estos toneleros tuvieron hospital propio en la Carretería e instituyeron en él una cofradía en época medieval. Por los Libros de los impuestos de «Subsidio y Escusado» del Archivo de la Catedral, se documenta la continuidad del centro asistencial advocado a «San Andrés y San Antón», en el transcurso del siglo XVI. 

En el centro hospitalario recibían culto varias imágenes: dos crucificados, Nuestra Señora de Los Remedios, un Niño Jesús y un San Sebastián pequeño. La capilla había sido reedificada por sus cofrades que les daban sepultura a muchas personas, en un cementerio aledaño muy pequeñito. En ella confesaba un capellán, que la asistía y decía misa los domingos y festivos para mucha «gente de la mar y pobres que no tienen capas»

Con autorización eclesiástica, oían misa los moriscos que vivían cerca, quienes también recibían enseñanzas de doctrina cristiana. A aquélla primitiva cofradía hubo de fusionarse, en el transcurso del siglo XVI, la hermandad de la Virgen de la Luz –probablemente ya con uno de los crucificados como titular cristífero–. Cuando el Arzobispado le aprobó sus primeras reglas a la cofradía penitencial de Las Tres Necesidades (1586), ésta ya radicaba en esta capillita. 

Tras el cierre del hospital en 1587, la cofradía de Las Tres Necesidades se trasladó a la parroquia de San Miguel, primero, y luego a la iglesia de San Francisco de Paula. En el siglo XVIII pretendió establecerse en la capilla de Nuestra Señora de la Piedad, del Baratillo, ofreciéndose incluso a ampliarla (1753), aunque finalmente construyó una capilla sobre un solar que le compró al cabildo de la catedral en la antigua calle Varflora de este barrio de la Carretería (actual emplazamiento). Finalizadas las obras, se celebró su estreno en 1761.



Usos históricos de las Atarazanas

Originariamente fueron concebidas como astilleros, aunque desempeñando esta funcionalidad no cosechó demasiado éxito. Cesaron las actividades vinculadas a la construcción naval a finales del siglo XV. Los Reyes Católicos ordenaron que pudieran ser empleadas como pescaderías, almacenes y bodegas. En 1503, acogió la primera sede de la Casa de la Contratación de Indias, aunque a los pocos meses se dispuso que este organismo se trasladase a unas dependencias del Real Alcázar. Sin embargo, las Atarazanas continuaron siendo servibles para la Contratación durante buena parte del siglo XVI. En la cárcel de los Caballeros, situadas dentro de las Atarazanas, a las espaldas del actual edificio de Helvetia, estuvo preso el prestigioso marino don Pedro Menéndez de Avilés, antes de conquistar la isla Florida (1565). 

Sus espaciosas naves albergaban infinidad de actividades industriales ligadas a las carpinterías de ribera, cordelerías, cerrajerías, carreterías, cesterías, tonelerías, odrerías, panaderías, carnicerías, etc. Se guardaban mercadurías y géneros de toda naturaleza que llegaban, o salían, por el río. Sirvieron como almacenes de azogue durante bastante tiempo. Cobijaron municiones pertenecientes a los buques de la Armada que escoltaban a las embarcaciones mercantiles durante sus arriesgadas travesías oceánicas. Una parte que estaba a la intemperie sirvió como corral de comedias.

A decir de Rodrigo Caro, la Aduana edificada en 1583 dentro de las Atarazanas, «ocupaba buena parte de ellas. Su fábrica está edificada a modo de un templo, con su crucero, toda de bóveda. Aquí vienen a parar todas cuantas mercaderías y cosas que se vienen a vender a Sevilla y así está siempre llena de fardos, cajones, tercios, y otros géneros de carga que apenas se puede andar por ella, estando las mercancías una sobre otras, haciendo grandes y altos túmulos de ellas».

La administración real arrendaba amplios espacios a comerciantes flamencos y alemanes para que pudieran almacenar sus mercancías. En algunas zonas llegaron a construirse hasta viviendas particulares. Otra función importante que prestó el conjunto monumental fue la religiosa. A mediados del siglo XVII era necesario bajar diez escalones para entrar en la capilla de las Atarazanas, que se inundaba. Cuando se reedificó el hospital de la Caridad y amplió el recinto de la iglesia, se rellenó con el fin de elevar su suelo hasta la cota actual.

Otras cofradías

Varios grabados y pinturas de siglos pasados testimonian la presencia de hasta dos cruces de piedra delante de las propias Atarazanas. En un antiguo humilladero que hubo allí se erigió la hermandad de la Santa Cruz hacia 1635. Hoy es la actual Capilla de Nuestra Señora del Rosario, a la que llegó más tarde la hermandad penitencial de las Aguas, fundada en el convento de San Jacinto de Triana el año de 1750. Tenemos noticias también de que en el Arenal estuvo establecido el gremio de barqueros, que fundó una hermandad advocada a Nuestra Señora de Guadalupe.

El historiador don Antonio Domínguez Ortiz concluyó que el principal argumento de la grandeza de «fiestas, mayorazgos, fundaciones religiosas era verdaderamente la ganancia opulenta del negocio de la Flota de Indias». A ello tenemos que añadir que uno de los mayores éxitos de nuestra Semana Santa, como principal fiesta de la ciudad, es la calle. La gran aportación sevillana fue saber convertir todo su entramado urbano en un gran templo popular. Toda esta trama descrita, con tantos y tantos actores que desfilaron a lo largo de la historia, los aglutinó un escenario único. El mejor de todos ellos para la celebración de la Semana Santa en la calle: Sevilla.
JULIO MAYO, HISTORIADOR


Sábado 5 de marzo de 2016, págs. 38 y 39.




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