Enriqueta Vila. Directora
de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla
"Sevilla
todavía no se ha enterado de lo mucho que le debe a América"
Después de tres años de
intenso y desinteresado trabajo, esta americanista deja el puesto de mando de
la Casa de los Pinelo con la satisfacción de haber sorteado los escollos de la
crisis
Luis Sánchez-Moliní ,
13.04.2014
- Ha decidido poner fin a tres años como
directora de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla y no optará a su
reelección en las próximas elecciones. ¿A qué se debe esta decisión?

-Los dos últimos
años han sido durísimos. Me ha cogido una época bastante difícil, con unos
gastos muy superiores a los ingresos y sin posibilidad de financiación por
parte de los bancos. Para mí estos tres años han sido el equivalente a seis y
le puedo asegurar que ya se me han acabado las ideas... Tenga en cuenta que
estoy en la junta de gobierno desde el año 99... Quince años de trabajo.
-¿Qué ha sido lo
más duro?
-Prescindir de los
dos empleados a tiempo parcial que tenía la Academia y salir a buscar dinero,
algo que siempre me ha costado mucho trabajo... Nunca se me ha dado bien.
-Pero las cosas
han mejorado, ¿no?
-La cosa ha ido
funcionando poco a poco, con mucho trabajo. Hemos tenido la suerte de contar
con el apoyo del abogado Manuel Mesa, que nos ha asesorado gratuitamente en la
creación de la Fundación Buenas Letras, lo cual ha supuesto un auténtico cambio
estructural, algo que siempre es muy trabajoso. Además, las subvenciones de
Ayuntamiento y Junta han aumentado este año y, gracias a un convenio con la
Universidad de Sevilla logrado por Rafael Valencia, contamos con un grupo de
becarios.
-¿Lo mejor de la
experiencia?
-El haber sido
directora de esta Academia ha sido el honor más grande de mi vida. Dirigir una
institución de casi trescientos años, con los primeros espadas en muchas
disciplinas... Es un auténtico privilegio. Quiero reseñar especialmente que los
académicos han dado muchas conferencias sin cobrar absolutamente nada para así
poder destinar los fondos a la institución. Jamás ninguno se ha negado a nada
de lo que le he pedido, todos han estado a una... Eso me produce una gran
satisfacción.
-¿Algún momento
en especial?
-Una visita que
hicimos a Itálica guiados por Pilar León. Además, Aquilino Duque, Jacobo
Cortines y Joaquín Caro Romero leyeron poemas en los lugares en los que se
habían inspirados para escribirlos.
-Mucho antes de
ser académica navegó en el proceloso mar de la política como concejal de
Cultura con Alejandro Rojas Marcos.
-Yo no militaba en
el Partido Andalucista, pero siempre los había votado por las mismas razones
que ahora, para evitar que Andalucía fuese una autonomía de segunda respecto a
Cataluña, Galicia y el País Vasco. Cuando Alejandro me llamó para su
candidatura yo le dije al principio que no, pero mi marido me convenció para
que aceptase. Primero estuve en la oposición cuando el socialista Manuel del
Valle fue alcalde y, después, cuando Rojas Marcos ocupó el puesto, me nombró
delegada de Cultura, entre el 91 y el 95.
-Recuerdo alguna
campaña mediática en su contra. Era a todas luces desmesurada.
-Eso,
afortunadamente, está superado. El tiempo pone a cada persona en su sitio. De
alguna manera me amargaron la segunda mitad del mandato, pero estoy muy
contenta con el trabajo que realizamos en aquellos años... Hasta hace muy poco,
lo que se ha hecho es lo que nosotros dejamos diseñado.
-Destaque sus
logros.
-El Teatro de la
Maestranza. Cuando acabó la Expo, el Estado nos lo entregó raso, sin ni
siquiera personal. En el Consorcio que formábamos con la Junta y la Diputación
nos pusimos manos a la obra y, en tres meses, conseguimos que fuese la sede de
la Sinfónica, por lo que pudimos reabrir el teatro. Sin embargo, de lo que me
siento especialmente orgullosa fue de poner en marcha la red municipal de
bibliotecas en los barrios, un trabajo en el que conté con la especial
colaboración de Juana Muñoz. También resucitar el Servicio de Publicaciones,
que estaba prácticamente muerto, y el programa La cultura va por
barrios, que
quitaron en cuanto me fui... Me acuerdo de los farrucos bailando en la
parroquia del Rocío.
-¿Sigue vinculada
al Partido Andalucista?
-Sí, sigo teniendo
el carné, pero testimonialmente... No voy a nada.
-La formación
está en decadencia...
-Muy en decadencia.
-¿Los políticos
de aquella época eran mejor que los de ahora, como se repite hasta la saciedad?
-Había muy buen
ambiente, lo contrario que ahora. Manuel del Valle y Alejandro eran dos
caballeros y, aunque se daban fuerte y flojo en los plenos, cuando éstos
acababan todos nos íbamos a tomar una copa. Las comidas de Navidad, que
pagábamos de nuestro bolsillo, eran muy divertidas.
-¿De su bolsillo?
-Que recuerde, ni
yo ni muchos de mis compañeros firmamos ninguna factura de restaurante. A mí me
hubiese parecido normal invitar algún día a comer o a una copa a los miembros
del consejo asesor del Servicio de Publicaciones, que no cobraban nada, pero el
alcalde no me dejaba. La austeridad en la época de Alejandro fue máxima, pese a
todo aquello del urbanismo bajo sospecha... Cuatro auditorías y no han podido demostrar nada.
-Dentro de su
dilatada carrera como gestora cultural también fue directora de la Escuela de
Estudios Hispanoamericanos, una de esas instituciones con solera que, sin
embargo, son las grandes desconocidas para la mayoría de los ciudadanos.
-Ahora ya no, pero
fue muy conocida cuando acogía en el sótano al club La Rábida, que fue creado
por el mismo fundador de la Escuela, Vicente Rodríguez Casado, un señor del
Opus Dei, que en esa época era lo más progre del régimen. Allí iban los mejores
pintores, los mejores filósofos, los mejores poetas... De hecho, la gente
conocía el edificio de la calle Alfonso XII como el club La Rábida.
-Pero eso son
tiempos pasados.
-Sí, la Escuela es
mucho más conocida en el extranjero que en la ciudad. La verdad es que la
institución cuenta con un presupuesto muy bajo. Los ciudadanos desconocen su
magnífica biblioteca, con unos fondos impresionantes. Sevilla todavía no se ha
enterado de lo mucho que le debe a América. Esa es, precisamente una de mis
metas actuales, cambiar este desconocimiento.
-El otro día, el
ex presidente Felipe González decía en el Foro Joly una cosa muy interesante:
uno se da cuenta de qué es España cuando viaja por Latinoamérica.
-Es verdad. Los
ignorantes tienen complejos y piden perdón por lo que hicimos en
Hispanoamérica. En mi discurso de ingreso en la Academia puse de relieve cómo
la hispanización de América fue un proceso similar al de la romanización de
Europa: se unieron pueblos muy diferentes y dispersos, con lenguas y culturas
extrañas entre sí. ¿Renegamos los españoles de los romanos porque machacaron a
los íberos? Pues no, toda colonización es dura.
-Ahora dice la
Junta que quiere convertir las Atarazanas en un "centro de diálogo con
América".
-Sí, pero no sé con
que americanistas está contando. Desde luego, conmigo no. En general, me parece
una idea estupenda y, si se expone bien, puede contar con el apoyo decidido del
Rey, que siempre ha tenido un interés extraordinario por América. Esta ciudad
tiene que volver a ser lo que era, la unión entre Europa y América.
-Dejemos su
faceta de gestora para pasar a la de investigadora, que también ha sido
prolífica. Su libro más conocido es Los Corzo y los Mañara. Tipo y arquetipo
del mercader con Indias. De la lectura de esta obra saco una conclusión que quizás
está dictada por el tópico: en Sevilla el comercio siempre se ha mirado con
desconfianza, quizás por un complejo aristocratizante. Cuando un cargador a
Indias prosperaba, pasaba a ocultar sus orígenes mercantiles para ennoblecerse.
-No era ocultación,
era afán de superación. Tomás Mañara nunca ocultó que era comerciante, pero
adquirió para sus hijos hábitos de órdenes militares. A Miguel, con cuatro
años, le compró el de Calatrava. ¿Eso era no querer ser comerciante? No, él
siguió con sus negocios y financiando al Rey. Ahora, sí es verdad que, después
de estudiar una lista de todos los miembros del Consulado en el siglo XVII, se
saca la conclusión de que la actividad comercial no duraba en una familia más
de tres generaciones. La mayoría de los nietos se hacían caballeros.
-Eso es lo que
quería decir. Los descendientes de los comerciantes se convertían en señoritos.
-Pero eso pasa
ahora también.... Aunque menos.
-Corzo, Mañara...
Usted ha estudiado mucho los apellidos italianos en Andalucía. Digamos que
después de Roma se produjo una segunda italianización de Sevilla.
-Son apellidos
fundamentalmente genoveses. Llegaron mucho antes del descubrimiento de América.
Esta casa que es sede de la Academia fue la residencia de una familia llamada
Pinelo, que arribaron en la segunda mitad del siglo XV. Desde el siglo XIII,
después de la conquista cristiana, se detecta en Sevilla una colonia de grandes
comerciantes genoveses. Era el único puerto de interior y, antes de con
América, había una gran relación con los países nórdicos, con Flandes y con
Italia... Usted ha dicho antes que mi libro más emblemático es Los Corzo y los
Mañara... Eso es cierto para Sevilla, pero mi obra más
conocida internacionalmente, la más citada, es Hispanoamérica y
el comercio de esclavos.
-Precisamente ése
es el tema que quería tratar ahora. Quizás por la influencia del cine, cuando
se habla de esclavitud tendemos a pensar en los oceánicos campos de algodón de
Virginia, en Lincoln, en la Guerra de Secesión norteamericana... Pero pocos
caen en la cuenta de que Sevilla fue uno de los grandes centros esclavistas de
la historia.
-Sevilla, junto a
Lisboa, fue uno de los puertos negreros más importantes de Europa. Eso no
significa que todos los esclavos que iban para América pasasen por la ciudad.
Era lo que se llamaba el comercio triangular: los barcos fletados por
portugueses salían de Sevilla cargados de pertrechos, capturaban a los esclavos
en los ríos de África, los llevaban a América y luego volvían a Europa. A
finales del XVI los negros ya habían llegado hasta Chile; América entera se
había ennegrecido. Los principales negreros fueron portugueses, genoveses,
franceses e ingleses, quienes en el siglo XVIII, a partir de Utrecht, se
convirtieron en los mayores comerciantes de esclavos, con esos barcos que todos
conocemos con los negros acostados. Si Inglaterra abolió la esclavitud en el
siglo XIX fue porque, debido a sus intereses coloniales, no querían que África
se despoblase.
-¿Y los españoles
no eran negreros?
-El negrero español
apareció en el XIX y se encarnó principalmente en el propietario cubano de las
grandes explotaciones de caña de azúcar, algunos de cuyos apellidos permanecen
en Sevilla. Tenga en cuenta que en España la esclavitud se abolió a mitad del
XIX, pero que en sus colonias no se hizo hasta finales del siglo. La trata y el
comercio negrero fue el mayor genocidio de la historia. Cuatro siglos, del XVI
al XIX, cogiendo negros en África y llevándolos a América... Nunca sabremos el
número de muertos.
-También ha estudiado la
otra cara de la moneda, el abolicionismo español.
-Muy poca gente fue
abolicionista en España, ni los más liberales, que se callaron como monos en la
muy liberal Constitución de Cádiz. Lo intentó Argüelles, pero los cubanos
formaron una tremenda. Habrá que esperar a la generación de Castelar, quien
hizo un gran alegato en las Cortes contra la esclavitud. En Sevilla, poco a
poco, los esclavos empezaron a desaparecer en el siglo XVIII, como demuestra
Domínguez Ortiz.
-Muchos culpan de
esta esclavitud de los negros a Fray Bartolomé de las Casas, quien por proteger
a los indios animó este comercio.
-En cierta medida
tienen razón. Pero hay que tener en cuenta que esta solución la propuso el
padre Las Casas como mal menor y se arrepintió de ella durante toda su vida.
-Las Casas... Es
impresionante el desprecio olímpico de la sociedad sevillana -que suele dar
gran bombo a auténticos mediocres- a este gigante de la historia.
-Probablemente,
insisto, por el gran desconocimiento que hay en Sevilla sobre América. Por
ejemplo, todo el mundo habla de que el Archivo de Indias es una maravilla, pero
el 80% de los sevillanos ni lo conocen ni saben que es el único archivo
continental que hay en el mundo. Nunca se ha enseñado bien la Historia de
América. Cuando yo estudiaba el Bachillerato, el capítulo sobre América era muy
breve y estaba muy mal escrito... Siempre me lo saltaba.