jueves, 29 de agosto de 2019

Diez importantes yacimientos arqueológicos que atesora la provincia de Jaén

Diez importantes yacimientos arqueológicos 
que atesora la provincia de Jaén (30 de mayo de 2017)


La provincia de Jaén atesora un rico patrimonio histórico, la huella conservada en la actualidad de las numerosas civilizaciones y pueblos que han pasado por esta tierra a lo largo de la Historia. Por ello, en todo el territorio jiennense se extienden numerosos yacimientos arqueológicos, muchos de ellos habilitados para la visita turística, aunque aún queda mucho trabajo que realizar y numerosos tesoros por salir a la luz. Estos yacimientos pertenecen a culturas como los romanos, los iberos o argárica, y muchos se encuentran entre los más importantes de España.

Cástulo (Linares)
Castulo
Cástulo fue una importante ciudad íbera, capital de la región de Oretania, cuyas ruinas se encuentran a cinco kilómetros de Linares. Aunque posee restos de numerosas épocas, los más importantes pertenecen a los periodos ibérico y romano. Las campañas de excavación realizadas recientemente han descubierto elementos de enorme valor, como los mosaicos romanos de los Amores y de los Octógonos o la impresionante escultura del león iberorromano. Existe un centro de recepción de visitantes y un museo monográfico en el centro de Linares que complementa la visita al yacimiento.

Puente Tablas (Jaén)
Puente Tablas
El oppidum de Puente Tablas está considerado uno de los yacimiento arqueológicas de la época ibera más importantes de España. Esta ciudad fortificada está a las afueras de la capital jiennense. El visitante puede descubrir la monumental Puerta del Sol o los más de 300 metros de fortifcaciones conservadas, que llegan a alcanzar los cinco metros de altura. En el centro del poblado se puede visitar una manzana de casas completamente excavada. Un centro de información inaugurado recientemente explica cómo se desarrollaba la vida en una ciudad ibérica, que alcanzó una gran importancia en el siglo IV a. C.

Villa romana de Bruñel (Quesada)
Bruñel
Situado en el término municipal de Quesada, está formado por una necrópolis ibérica que se remonta al siglo IV a. C., y una ocupación romana que se extiende desde el siglo II al IV d. C., que presenta los restos de una villa del siglo III d. C. La villa está en buen estado de conservación y destaca principalmente por sus mosaicos. Presentan representaciones antropomorfas y animales, así como decoración vegetal y geométrica. Destaca el mosaico dedicado a la diosa Thetis.

Peñalosa (Baños de la Encina)
Peñalosa
Peñalosa está considerado uno de los yacimientos arqueológicos argáricos más importantes de España y hace 4.000 años fue un importante enclave por la actividad metalúrgica. Situado cerca del casco urbano de Baños de la Encina, está  inundado parcialmente por las aguas del pantano del Rumblar. El yacimiento posee una peculiar arquitectura de casas rectangulares construidas con pizarra y dispuestas en terrazas artificiales comunicadas por estrechas calles. Está dividido en diferentes terrazas que se comunican mediante callejuelas, con viviendas que constan de varias habitaciones de distinto tamaño apreciándose en algunos casos actividades especializadas.

Cámaras funerarias de Toya y Hornos (Peal de Becerro)
Se trata de dos tumbas principescas que, en el caso de la cámara de Toya, consiste en una edificación parcialmente enterrada construida con grandes bloques de piedra. La cámara tiene una planta rectangular con tres naves y conserva parte de los ajuares cerámicos que contenía inicialmente. El Centro de las Tumbas Principescas de Peal permite al visitante conocer el tema de la vida de ultratumba y de los ritos funerarios.

Oratorio rupestre de Valdecanales (Rus)
Oratorio
Es un eremitorio rupestre de origen visigodo situado en el municipio de Rus. Su construcción se fecha entre los siglos VI y VII, y se trata del único hipogeo visigótico en el Sur de España. El conjunto está conformado por tres cuevas excavadas en la roca. La fachada principal, labrada en un talud, presenta una larga arcada ciega con arcos de herradura clásica. Su interior representa una capilla de tres naves con bóvedas de cañón sobre pilastras cuadradas, que tienen una greca en las líneas de arranque de los arcos transversales.

Santa Potenciana (Villanueva de la Reina)
Un importante yacimiento arqueológico de época romana altoimperial situado al Norte de la población, junto al río Guadalquivir. Las excavaciones que se han desarrollado en los últimos años han permitido el descubrimiento de elementos singulares como un horno romano, la canalización altoimperial que suministraba el agua a la población, así como la aparición de instrumentos de cuidado personal como horquillas para el pelo.
Yacimientos de Porcuna
Obulco
Porcuna es un municipio que puede presumir de poseer un patrimonio de incalculable valor en su subsuelo. En su término municial existe un yacimiento de época ibera de gran importancia (Cerrillo Blanco), así como el yacimiento romano de Obulco, que conserva la traza de una calle principal y varias viviendas. Además, acaba de ser descubierto un anfiteatro romano de grandes dimensiones.

Domus Herculana (Alcalá la Real)
En pleno centro de Alcalá la Real se encuentra el yacimiento de la  “Domus Herculana”, que permite visitar los restos de una villa romana con varios niveles de ocupación, correspondiendo los restos principales a una primera etapa, que abarcaría desde los siglos I al III d. C., y una segunda, durante los siglos IV y V d. C.

Castellones de Ceal (Hinojares)
El yacimiento de Castellones de Ceal se encuentra muy cerca de la carretera A-315, en el término municipal de Hinojares. Se trata de los restos de un poblado fortificado de época ibera. Presenta estructuras de habitación de distintas fases constructivas, con muros lineales y espacios de planta rectangular. También existe una necrópolis en las proximidades del poblado, en la que se han excavado numerosas tumbas. En algunaa se conservan restos de decoración pintada.

Otros yacimientos de importancia en la provincia son Gil de Olid (Baeza), La Nava (Martos),  Los Villares, ciudad fortificada de Giribaile (Vilches), entre otros.

sábado, 24 de agosto de 2019

Un lienzo de Ntra. Sra. de Guadalupe de México, en la capilla de la Venerable Orden Tercera del Convento de San Francisco Casa Grande (Sevilla), 1687.

ESPACIOS FRANCISCANOS 

Ntra. Sra. de Guadalupe de México, 
en la capilla de la Venerable Orden Tercera del 
Convento de San Francisco Casa Grande (Sevilla), hoy desaparecido. 


FUENTE: 

Francisco Javier Gutiérrez Núñez y Salvador Hernández González: "La capilla de Ntra. Sra. de Guadalupe de México, del antiguo convento de San Agustín (Sevilla): el Capitán Domingo de Rojas y Juan Bautista Cavaleri (1679-1709)", en Fernando Quiles, Martha Fernández y Pablo Amador (coords.): Simposio internacional «Tornaviaje España-Nueva España: siglos XVI-XX», Universidad Pablo de Olavide, 7 y 8 de marzo de 2019. En prensa.


La Venerable Orden Tercero de San Francisco Casa Grande (Sevilla), el 4 de mayo de 1687, aceptó la petición del Capitán Diego Chamorro Sotomayor (Cargador a Indias), de colocar en su capilla, un lienzo que tenía de ntra. Sra. de Guadalupe "de la Nueva España". 

Sería expuesta en el altar de Santa Rosa de Viterbo, “en el nicho principal del segundo cuerpo de dicho altar, el que está en el cuerpo desta iglesia al lado del evangelio entre los altares de San Gonzalo de Amarante y San Luis Rey de Francia”. 

Además Chamorro se comprometió a entregar una lámpara de plata de “la que penden ocho candeleritos para poner belas y pesa 40 marcos y 5 onzas de plata”, para que la pusieran “delante de dicha sacrosanta imagen”, así como otros 4 mil reales de vellón para sustentar el aceite que consumiera, “alumbrando a S. M. de día y de noche, perpetuamente para siempre jamás”.

MÁS DETALLES.

Comisario y ministros de la Orden Tercera del convento de San Francisco: Fray Agustín de Arrieta (Comisario y Visitador de la Orden), Pedro Romero de Ayala (Ministro), Francisco Ortiz (Presidente), Luis de Castellanos, Juan de Cabrera, Andrés Pérez Ramírez, José Valdivieso, Juan Rey, Ignacio Gómez Villalobos, Francisco Espinosa de los Monteros, Francisco Cabeza Cortés, Pedro Gómez de Valenzuela (Síndico), Pedro de Orejuela (Secretario), Francisco Jiménez de Placeres, D. Juan Soberanis, D. Diego de Vallejera y Nabalón, Francisco Castellanos, Juan Fco Escobar, Pedro Fco Escobar, Pedro de Algumedo, Tomas P. de Zuñiga, Fernando de Villarroel y Pedro Ponce y Diego de Vega. 

Estando juntos en Congregación en la capilla de dicha Orden tercera, “que está dentro de la iglesia de dicho convento llamado de antedie por parte de la dicha orden, (…) otorgamos y conocemos a favor del capitán D. Diego Chamorro vecino desta dicha ciudad y decimos que por cuanto el susodicho tiene por sus bienes un lienzo pintura de ntra. Sra. de Guadalupe de la Nueva España, de dos baras y quarta de largo y como vara y media de ancho y con la dicha sagrada imagen a tenido y tiene gran devoción por lo qual desea permanezca Su Magestad en parte donde sea reverenciada y visitada de los fieles cristianos para cuyo efecto movido de la devocion que también tiene a esta venerable orden tercera quiere que la coloquemos en el altar de Sta. Rosa de Viterbo en el nicho principal del segundo cuerpo de dicho altar, el que esta en el cuerpo desta iglesia al lado del evangelio entre los altares de San Gonzalo de Amarante y San Luis Rey de Francia, que dicho altar de Sta. Rosa de Viterbo es propio desta venerable orden, y para mayor servicio culto y veneración de dicha sacrosanta ymagen nos quiere da y entregar una lámpara de plata que también tiene por vienes suyo de la que penden ocho candeleritos para poner belas y pesa 40 marcos y 5 onzas de plata para que la pongamos y este pendiente delante de dicha sacrosanta imagen, y asimismo nos quiere dar y entregar 4 mil reales de vellón para que por ellos esta V. O. T. se obligue de sustentar de aceite dicha lámpara de modo que incesantemente este ardiendo y alumbrando a Su Magestad de dicha y de noche perpetuamente para siempre jamás”.



jueves, 1 de agosto de 2019

La gran redada de los 9.000 gitanos (Juanma Jiménez, 30 de julio de 2019)

La gran redada de los 9.000 gitanos



Familia de gitanos saliendo de Toledo

La luz anaranjada del sol poniente baña la ciudad de Murcia. Son las últimas horas del 30 de julio de 1749. Lorenzo Ceca, teniente coronel del regimiento de dragones de Frisia, acaba de entregar un sobre lacrado procedente de Madrid al corregidor de la ciudad, Diego Manuel Mesía y Barrionuevo. En su interior, las órdenes taxativas para, «con el máximo sigilo y prontitud», proceder al arresto de la totalidad de gitanos de la localidad, hombres, mujeres y niños.

Tras la lectura de la misiva, ambos organizan la operación. La gran redada va a comenzar... Y en toda España. Dada la disposición de las viviendas gitanas en Murcia, repartidas en varios núcleos separados por toda la ciudad, se opta por formar cuatro grupos, cada uno de ellos con un alcalde mayor, un oficial de dragones, un escribano, ocho ministros de justicia y 30 soldados. La operación de captura comienza a la 1 de la madrugada. Con la máxima cautela, y adelantando a varios soldados para confirmar la quietud de las casas, las tropas rodean las edificaciones señaladas y proceden a la detención de todos los que viven en ellas, que no opondrán la menor resistencia. Aturdidos y temerosos, los gitanos serán engrilletados y concentrados en fila en las calles adyacentes. A las cuatro de la mañana se da por finalizada la operación, conduciendo a todos los detenidos a la cárcel real de Murcia. Una guardia de soldados vigila que nadie entre en las viviendas vacías, mientras un escribano toma nota de la totalidad de bienes de los detenidos.

Comenzaba así uno de los episodios más negros de la Historia de España: la última redada oficial contra los gitanos españoles. Hasta 9.000 personas dieron con sus huesos en penales, todo según un plan exterminador.
Los preparativos de la redada. Convencido por Gaspar Vázquez Tablada, obispo de Oviedo y gobernador del Consejo de Castilla, el rey Fernando VI (la dinastía borbónica había arrancado con Felipe V en 1700) ha lanzado una Pragmática donde se ordena la captura de la totalidad de gitanos de España. El objetivo es lograr la extinción de la etnia mediante el encarcelamiento y separación de hombres y mujeres lo que -con el tiempo- llevaría a su desaparición como grupo humano. Se daría así una «solución definitiva al problema gitano» [solución final llamaron los nazis a su plan para exterminar a los judíos dos siglos más tarde]. Como explica el historiador Manuel Martínez Martínez, autor del libro Los gitanos y las gitanas de España a mediados del siglo XVIII: El fracaso de un proyecto de exterminio, la clase dirigente ilustrada ve al gitano como «un elemento patógeno y desestabilizador que amenazaba de contagio al resto de la población, por lo que era necesario extirparlos de la sociedad».
La intervención del ejército es imprescindible para lograr el éxito de la misión. El marqués de la Ensenada, secretario de Guerra, se ocupará de la logística militar, movilizando para la operación de arresto a más de 5.000 hombres procedentes, entre otros, de los regimientos de infantería de Sevilla, de Zamora, de Soria, de Nápoles; o regimientos de dragones de Frisia, de Aragón, de la Reina, de Calatrava o Edimburgo. Los oficiales al mando de la tropa llevarán consigo sobres cerrados que entregarán al corregidor de cada localidad -que justo en ese momento tendría conocimiento de la operación- poniéndose a las órdenes de éste. El sobre incluía los permisos eclesiásticos necesarios para arrestar a los gitanos que se refugiasen en las iglesias, en virtud del acuerdo alcanzada con la Santa Sede en 1748.
El día señalado para la redada será el 30 de julio, a las 12 de la noche.

Considerada la primera imagen de gitanos 
andaluces está fechada en 1860 1863.

El carácter indiscriminado de la captura obligaba a preparar el destino de los detenidos y su agrupación según sexo y edad. Los varones de hasta 7 años quedarían con sus madres, hasta los 15 años se dedicarían al aprendizaje de «oficios útiles» (pajes, grumetes, aprendices de carpintería, etc.) y, a partir de 15 serían destinados a los arsenales para trabajos forzados. Las mujeres, por su parte, serían trasladadas -junto con sus hijos pequeños- a depósitos especiales donde se las emplearía en oficios manuales, principalmente textiles. Las niñas adolescentes se destinarían al aprendizaje de «oficios virtuosos» y al servicio doméstico. En el caso de los matrimonios mixtos, se impondría el «fuero del marido», por lo que la mujer tendría el mismo trato que su esposo en función de si era o no gitano. Las viviendas y pertenencias de las familias detenidas se subastarían y, con los ingresos obtenidos, se sufragarían los gastos de la operación.
La redada cogió desprevenidos a los gitanos españoles. En su mayoría fueron detenidos en los primeros días sin prácticamente ofrecer resistencia. Incluso muchos de ellos, conscientes de no haber cometido delito alguno, se presentaron voluntariamente ante las autoridades con sus papeles y certificados de castellanos viejos, que de poco les servirían. En Vélez Málaga, para asombro de los soldados, todos los gitanos se dirigieron motu proprio a la cárcel de la localidad manifestando que «ya sabían se les había de prender y que, desde luego, venían a que S. M. les mandase donde habían de ir». En Orihuela (Alicante), la totalidad de los gitanos se presenta voluntariamente ante el corregidor de la villa.

EN SEVILLA Y TRIANA

En Sevilla, sin embargo, habrá algunos muertos. Iniciada la operación al mediodía del 31 de julio, a esa hora se cerrarán todas las puertas de la ciudad menos la de la Carne y la del Arenal, provocando el pánico de la población. Una nutrida tropa de soldados acordona las murallas exteriores, impidiendo la salida por las dos únicas puertas que quedan abiertas. Al mando de la operación se encuentra el asistente de la ciudad e intendente del Ejército de Andalucía, Ginés de Hermosa y Espejo, que actúa con el apoyo militar del coronel de dragones de Edimburgo, Juan Parrigo
Más de un centenar de soldados componen la tropa, agrupados en 8 piquetes y 60 caballos. Éstos se dividirán en varias partidas por los distintos barrios sevillanos con la misión de rodear las casas de los gitanos identificados y, con orden clara de «arrojarse» sobre los moradores, proceder a su arresto. Si hay conatos de resistencia o huida tiene orden de abrir fuego. La práctica totalidad de los 600 gitanos sevillanos se entrega sin resistirse. Salvo en Triana: dos gitanos que intentaban huir a caballo son abatidos por disparos de los soldados frente al Monasterio de La Cartuja y un tercero perecerá ahogado en el río delante de su mujer e hijos.
En el resto de España, los principales incidentes se produjeron en el interior de las iglesias, donde los gitanos habían intentado refugiarse en sagrado. En la ermita de San Andrés, en Sierra Morena, un grupo de más de 40 gitanos logró hacerse fuerte y resistir a su detención. Fue necesaria la intervención del ejército y de las justicias del Viso y Calzada para su captura.
El principal conflicto entre la autoridad eclesiástica y el Estado se produciría durante el desalojo del convento de los Mínimos, en El Puerto de Santa María, donde un grupo de gitanos se había refugiado. Los soldados han intentado entrar en el templo sin presentar las órdenes oficiales, por lo que el arzobispo de Sevilla protestará ante las autoridades enérgicamente, exigiendo garantías para que los gitanos arrestados «no sean castigados en manera alguna» ni, una vez presos, trasladados a minas o galeras.
La separación de matrimonios e hijos provocará escenas desgarradoras. La gitana Rosalía de Vargas y su esposo serán arrestados precisamente por negarse a abandonar a su familia. Residentes ambos en Alicante, donde la joven acaba de dar a luz a un niño, el matrimonio tiene además otra hija pequeña, Lucía, que se encuentra con su abuela en Orihuela justo en el momento de la redada. Cuando Rosalía y su marido se enteran de que ambas han sido detenidas, en vez de huir, se presentarán ante las autoridades del Castillo de Santa Bárbara para entregarse y reunirse con su hija y el resto de su familia.
Serán numerosos los casos de payos que ayudarán a sus vecinos gitanos. En Jarafuel (Valencia), el párroco de la localidad se negará a entregar a las justicias a una joven gitana refugiada en su iglesia con su gitanillo pequeño. De nuevo, tendrá que intervenir el Consejo para lograr su arresto. El alguacil mayor de Utrera (Sevilla) denunciará a uno de sus subordinados por alertar de la redada a varios de los gitanos de la localidad, lo que les permitió vender parte de sus bienes y poder huir.
El historiador Manuel Martínez cifra en 9.000 las personas detenidas durante la operación, del total de los aproximadamente 11.000 gitanos que había en España en el momento de la redada. En los primeros meses, la mayoría de los arrestados fueron trasladados provisionalmente a prisiones locales y fortalezas a la espera de destino definitivo, en unas condiciones de hacinamiento, insalubridad y carencias terribles.

AVECINDADOS Y NÓMADAS

La redada -que debía afectar a los «vagos y maleantes»- se cebó, paradójicamente, con los gitanos más integrados, avecindados desde generaciones y, en su mayoría, con oficio reconocido. Éstos, a diferencia de los gitanos nómadas, estaban censados y controlados desde 1745, por lo que fue más fácil su captura.
Cadena de presos.
Es el caso, por ejemplo, de la familia Losada, gitanos de Madridejos (Toledo), avecindados desde hace generaciones en la localidad. Son dueños de tierras y ganado, cofrades de diversas hermandades y tienen sepultura propia en la parroquia, lo que no impedirá que sean arrestados.
El testimonio del corregidor de El Puerto de Santa María refleja también el nivel de integración de los gitanos detenidos: pese a acatar las órdenes, escribirá indignado no tener «nada que reprochar a sus conciudadanos gitanos», ni siquiera el delito de haber abandonado su localidad, donde casi todos habían nacido.
En parecidos términos se expresará también el corregidor de Jerez de la Frontera, quién pedirá instrucciones sobre cómo obrar respecto a una de las familias gitanas más respetadas de la ciudad, de apellido Monje, «que además de ser muy necesarios y útiles para la labranza» son reconocidos «diferentes» a otra clase de familias «por su aplicación al trabajo y modo de comportarse».
En definitiva, siglos de prejuicios, leyendas y pragmáticas, calcadas unas de otras, pero alejadas de la realidad social de los gitanos españoles, habían creado un imaginario del gitano como portador de todos los males y vicios de la sociedad. La confrontación entre este imaginario negativo y la realidad cambiará el rumbo de la operación.

LA RECONDUCCIÓN DE LA REDADA

Al poco de producirse la captura, comenzaron a llegar a Madrid innumerables peticiones solicitando la liberación de muchos de los calés apresados y que habían dado muestras sobradas de «vivir honrosamente». En muchos casos, además del propio humanitarismo, se unía la auténtica necesidad económica. El Ayuntamiento de Málaga, en pleno, pide a Madrid que haga una excepción con los gitanos de la ciudad, que «gozaban del fuero de castellanos viejos [...] y han estado muy aplicados a su trabajo de herreros por lo muy útil y necesario que es en esta ciudad».
Los responsables de los arsenales militares, por su parte, se quejarán por la llegada de tal cantidad de gitanos, a los que consideran «inútiles» para trabajar en dichos centros.
Toda esta avalancha de quejas y peticiones -llegadas incluso desde la propia nobleza- llevará a la publicación de un nuevo decreto, en octubre de 1749, que ordena la liberación inmediata y restitución de los bienes de todos aquellos gitanos considerados «honrados», entendiéndose como tal a aquellos que demostraban tener domicilio fijo, trabajo, documentos de castellanía, etc.
Texto de 1749 con el que se desencadena el plan de 
exterminio de los gitanos en España.
Las autoridades reconocerán que, «Su Majestad no mandó que se prendiesen y maltratasen aquellos que sólo tenían el nombre de gitanos [...], pero ya ellos habían dejado ese ejercicio y vivían quietos como otros vecinos [...], solamente fue su real intención que se prendiese a los gitanos malhechores, vagabundos [...] pero el efecto ha sido el más injusto, habiendo preso y atropellado muchos buenos vasallos». Aun así, se solicitarán informes secretos de cada gitano a liberar, con un número de testigos de la localidad que atestiguasen la bondad del detenido en cuestión.
Se calcula que unos 5.000 gitanos, algo más de la mitad de los arrestados, saldría en libertad en virtud del decreto de octubre de 1749, si bien para las familias liberadas su situación estaba lejos de considerarse afortunada: temerosos de reclamar o habiendo perdido casi todas sus propiedades, ya subastadas, tuvieron que rehacer sus vidas prácticamente de cero.
Peor fortuna correrían aquellas otros miles (unos 4.000) de gitanos que no pudieron atestiguar su «honradez». Para éstos, quedaban 16 años de penurias y padecimientos, incrementados por la incomprensión que experimentaban ante el indulto de otros calés en su misma situación.
Según su lugar de origen, los hombres fueron trasladados, sin juicio alguno, a los arsenales de La Carraca (Cádiz), Cartagena y La Graña (El Ferrol) en condición de desterrados y obligados a «servir al rey de por vida». El trabajo en condiciones de esclavitud serviría para recomponer la maltrecha marina de guerra y para diversas obras públicas. La llegada repentina de tan elevado número de presos provocó que las condiciones de hacinamiento e insalubridad fuesen terribles.
En 1752, con objeto de descongestionar de prisioneros el arsenal gaditano de La Carraca, se ordenó el envío por barco de medio millar de gitanos al arsenal de La Graña. El viaje, azotado por tempestades y epidemias a bordo, acabó con la vida de casi la mitad de los gitanos embarcados.
Mientras tanto, el estado psicológico de los calés presos era lamentable. Recluidos en condiciones infrahumanas y sin posibilidad de indulto, muchos de ellos cayeron en un estado depresivo del que se harían eco los propios intendentes que los vigilaban, que llegarían a enviar numerosas cartas solicitando humanizar su situación. Los intentos de fuga fueron continuos y centenares de ellos lograrían escapar.
Regimiento de Dragones.
Las mujeres, junto con sus hijos pequeños, son trasladadas a depósitos específicos y casas de caridad, concentrándose principalmente en Málaga, Sevilla, Denia y Ciudad Rodrigo. El hacinamiento humano y las pésimas condiciones higiénicas fueron la tónica general. El depósito malagueño llegaría a acoger a más de 600 gitanas de las que en un solo año, entre 1750 y 1751, fallecerían más de 140, principalmente ancianas y niñas. Uno de los principales centros donde se concentraría a las mujeres presas sería la Casa de la Misericordia de Zaragoza, que llegaría a albergar a casi un millar de gitanas.
Las calés estuvieron lejos de aceptar sumisamente su situación. Junto a los continuos planes de fuga, que culminarían con éxito más de 300 de ellas, optaron por poner en práctica acciones de resistencia e insubordinación como insultos y burlas a sus carceleros, con ánimo de minar su moral. En sus fases extremas, las gitanas destrozaban camas, vajillas, herramientas de trabajo o, incluso, rasgaban sus propias ropas y quedaban en cueros, dejando en estado de shock a los vigilantes. Excepcionalmente llegaron a producirse agresiones directas a los funcionarios. Todas estas insubordinaciones se penalizaron con aislamientos, castigos corporales o el uso de cepos.

GOTEO DE LIBERACIONES

A lo largo de toda la década de 1750, y a instancias de autoridades compasivas como el duque de Caylus, capitán general del Reino de Valencia, se producirá un continuo goteo de liberaciones, en muchos casos motivadas por el lamentable estado de salud en que se encontraban los presos.
Durante todos estos años, los gitanos y gitanas jamás dejaron de reivindicar su inocencia y solicitar su libertad en desgarradoras cartas a las autoridades, como la redactada en 1764 por un grupo de muchachos recluidos en el arsenal de La Graña. Apresados a muy corta edad, no habían conocido más que la vida en prisión, por lo que «con la más humilde y respetuosa veneración» solicitan su libertad suplicando «V.E. les mire con ojos de misericordia».

CARLOS III LOS LIBERA

Finalmente, el nuevo rey Carlos III ordena en 1763 indultar al centenar largo de supervivientes que aun permanecían en los arsenales y depósitos, liberación que no se produciría hasta 1765 cuando los últimos calés presos, muchos de ellos ya ancianos, regresarán definitivamente a sus hogares. En el camino habrán quedado más de medio millar de gitanos muertos -hombres, mujeres y niños- y una comunidad destrozada.
En 1772 Carlos III recibirá de sus consejeros un nuevo anteproyecto legal para «reducir» a los gitanos basado en leyes tomadas por su hermano Fernando VI en 1749. El monarca lo desechará alegando que aquellos hechos «hacen poco honor a la memoria de mi amado hermano».
La Gran Redada de 1749 fue un hecho traumático para quienes la padecieron. Una grieta que aún perdura. «Al estancamiento de población durante los años que duró el proyecto hay que unir el aumento de la desconfianza y el recelo», explica el historiador Manuel Martínez, para quien el recuerdo de aquellos sucesos «quedaría marcado en el imaginario colectivo de los gitanos españoles».
Esta dolorosa experiencia tendría también su reflejo en la herencia cultural gitana, como sostiene el investigador Antonio Zoido, autor del libro La prisión general de los gitanos y los orígenes de lo flamenco, quién considera los sucesos de 1749 como la base del quejío y el desgarro del flamenco. De hecho, serán numerosas las letras flamencas que hagan alusión al sufrimiento padecido: Calorros de Triana/Duquelas[1] pasaron/Los bariales[2] cortaron los puentes/Y ellos se ahogaron o A ciento cincuenta hombres/ Nos llevan a La Carraca/Y allí nos dan por castigo/De llevar pieras[3] p'al agua.
[(1)Duquelas: padecimientos, penalidades. (2)Bariales: soldados, policías. (3)Pieras: piedras]
De igual modo, habrá sectores de la población gitana que, una vez liberados y para acreditar su piedad y honradez, decidirán fundar gremios y cofradías religiosas. Así sucederá en 1753 cuando un grupo de gitanos de Sevilla, al frente de Sebastián de Varas, funda la actual Hermandad de los Gitanos.