domingo, 31 de agosto de 2014

«I-span-ya», el misterioso origen de la palabra España

ESPAÑA

«I-span-ya», el misterioso origen de la palabra España

Los romanos llamaron Hispania al conjunto de la Península Ibérica, término alternativo al nombre Iberia preferido por los autores griegos. Sin embargo, los historiados sostienen que la palabra es de procedencia fenicia y significa «tierra de metales»

La palabra «Hispania» tiene su origen en la denominación que servía a la civilización romana para el conjunto de la Península Ibérica, y cuyo significado vinculaban los escritores latinos a «tierra de conejos». Entre ellos Plinio el ViejoCatón el Viejo y Catulo, quienes citabanlas tierras ibéricas como un lugar repleto de conejos, más concretamente de damanes (unos mamíferos parecidos al conejo y extendidos en África). De hecho, en algunas representaciones y monedas acuñadas en «Hispania» suele aparecer una dama con un conejo a sus pies.
No en vano, su raíz no latina advirtió a los historiadores de que con toda seguridad la palabra «Hispania» procede de la fenicia «I-span-ya». Una civilización –la fenicia– heredera de muchas de las colonias mediterráneas griegas, que en torno al siglo V antes de Cristo ya se encontraba fuertemente asentada en la Península Ibérica. Posteriormente las colonias fenicias pasaron a ser controladas por Cartago.
Aunque nunca se han podido encontrar fuentes que expliquen si los fenicios denominaban «I-span-ya» a toda la Península Ibérica o cuál era el significado de esta palabra, a través de estudios filológicos se han podido desarrollar distintas teorías. Según expuso Cándido María Trigueros en 1767, el término podría significar la «tierra del norte», aduciendo que los fenicios habían descubierto la costa de «Hispania» bordeando la costa africana, y ésta les quedaba al norte. Así «spn» (sphan en hebreo y arameo) significaría en fenicio «el norte».
Pero la teoría más aceptada en la actualidad sugiere que «I-span-ya» se traduce como tierra donde se forjan metales, ya que «spy» en fenicio (raíz de la palabra «span») significa batir metales. Detrás de esta hipótesis de reciente creación se encuentra Jesús Luis Cunchillos José Ángel Zamora, expertos en filología semita del CSIC, quienes realizaron un estudio filológico comparativo entre varias lenguas semitas y determinaron que el nombre tiene su origen en la fama de las minas de oro de la Península Ibérica.
Sin embargo, además de la corriente de estudios que ha argumentado el origen fenicio de «Hispania», han existido teorías de todo tipo y condición. Desde principios de la Edad Moderna hasta 1927 se defendió la creencia de que «Hispania» es una deformación de Hispalis,palabra de origen íbero que significaría la ciudad de occidente, y que, al ser Hispalis la ciudad principal de la península, los fenicios y, posteriormente, los romanos dieron su nombre a todo su territorio.

«Tierra de serpientes», para los griegos

Inicialmente, los griegos designaron a las actuales tierras que pueblan España y Portugal como la «Península Ophioússa», que significa «tierra de serpientes». Si bien los romanos creían que «Hispania» era una tierra poblada por los conejos, los griegos la pensaban abundante de este tipo de reptiles. Con los años, los griegos terminaron designando a la península como Iberia, pues «iber» era una palabra que oían constantemente entre los habitantes de la península

viernes, 29 de agosto de 2014

Exposiciones. ITALIA, 2015

Italia

Augusto, Mantegna, Miguel Ángel y el Veronés

La obra de estos cuatro italianos ilustres se puede admirar en diferentes exposiciones que se celebran este verano en Mantua, Roma y Verona
Los terremotos que sacudieron el norte de Italia durante los días 20 y 29 de mayo de 2012 provocaron daños en elPalacio Ducal (Palazzo Ducale) de Mantua, uno de los principales edificios de la ciudad, que desde entonces ha permanecido cerrado parcialmente al público. El Castillo de San Jorge (Castello di San Giorgio), de finales del siglo XIV, que forma parte del complejo palaciego, y la célebre Cámara de los Esposos (Camera degli Sposi), realizada por Andrea Mantegna entre los años 1465 y 1474, permanecen abiertas de forma excepcional del 19 de julio al 5 de octubre de 2014. El público dispone de una magnífica oportunidad de contemplar, durante cinco minutos, este ciclo de pinturas al fresco sobre la familia Gonzaga mientras continúan las labores de restauración. 
Por otro lado, en Roma y Verona se celebran muestras destacadas a lo largo del verano. El Museo del Ara Pacis, en el centro histórico de Roma, acoge hasta el 7 de septiembre, la exposición El arte del comando. La herencia de Augusto, que forma parte de las celebraciones para conmemorar el bimilenario de la muerte del primer emperador del Imperio romano. La muestra profundiza en las principales políticas culturales y de propaganda que puso en práctica Augusto y que, debido a su carácter ejemplar, fueron repetidas siglos después por emperadores como Carlomagno, Federico II, Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico o Napoleón. Los Museos Capitolinos de Roma presentan la muestra Miguel Ángel. Encuentro con un artista universal, con ocasión del 450 aniversario de la muerte del gran maestro florentino, acaecida precisamente en Roma el 18 de febrero de 1564. Hasta el próximo 14 de septiembre, el público puede examinar la vida y la obra de Miguel Ángel a través de más de 150 obras, de las cuales una setentena son del maestro toscano. El busto de Bruto de Miguel Ángel, por ejemplo, puede ser admirado junto a los bustos clásicos de Bruto y Caracalla. 
El palacio de la Gran Guardia, en el centro histórico de Verona, evoca la figura del Veronés con la muestra Paolo Veronese. La ilusión de la realidad, hasta el 5 de octubre. Reúne más de 100 obras, entre pinturas y dibujos, procedentes de prestigiosos museos italianos e internacionales, entre ellos el Museo Británico de Londres, el Museo Nacional del Prado de Madrid y el Museo del Louvre de París. La exposición concluye con la obra Cena en casa de Leví, una pintura de gran formato del Veronés que ha experimentado un importante proceso de restauración. 

16.000 sacos repletos de secretos


16.000 sacos repletos de secretos

Un ingeniero trata de reconstruir los millones de documentos del monumental archivo de la Stasi


Miles de documentos del archivo de la Stasi aguardan ser restaurados. / SEAN GALLUP (GETTY)
Cuando tras la caída del muro de Berlín en 1989 el fin del régimen comunista que imperó durante 40 años en la ahora desaparecida RDA se hacía inminente, los agentes de la Stasi llevaron a cabo su última misión en defensa del socialismo. De manera frenética comenzaron a destruir los documentos más comprometedores que estaban almacenados en el cuartel general del órgano de inteligencia que dirigió Erich Mielke, el famoso y temido “señor del miedo”.
El frenético trabajo de destrucción, primero en forma mecánica y, cuando las máquinas se agotaron, a mano, paró de golpe el 15 de enero de 1990. Ese día, una multitud armada con rabia acumulada en cuatro décadas, asaltó el siniestro edificio y descubrió varios miles de sacos repletos de documentos destrozados que habían sido elaborados por el ejército de espías de Mielke. La Stasi tenía una manía enfermiza por saber lo que pensaba y hacía la población de la RDA. En su mejor momento contó con 90.000 agentes y unos 170.000 informantes. Todo lo que escuchaban o veían iba a parar a su gigantesco archivo. Las actas que sobrevivieron a la destrucción ocupan unos 111 kilómetros.
El hallazgo de unos 16.000 sacos repletos de trocitos de papel desconcertó a los asaltantes e intrigó a las autoridades, que optaron por almacenar el tesoro y comenzaron a estudiar la posibilidad de reconstruir el gigantesco rompecabezas heredado de la Stasi. La monumental tarea recayó en un grupo de archivistas que, dotados de una paciencia infinita, comenzaron a armar el puzle en 1995 en una dependencia oficial ubicada en Zirndorf, un pequeño pueblo bávaro. Ante ellos tenían una tarea descomunal que en el mejor de los casos requeriría 700 años para reconstruir más de seiscientos millones de trocitos de papel.
Nickolay lleva siete 
años cotejando miles 
de pedacitos de papel, pero ha pedido ayuda para agilizar el trabajo
El ingeniero Bertram Nickolay, que dirige el Departamento de Técnicas de Seguridad del famoso Instituto Fraunhofer de Berlín, tenía 45 años cuando en 1999 vio en la televisión un reportaje que mostraba el trabajo del grupo de artesanos. Asombrado con las imágenes, el ingeniero empezó a dar vueltas a una idea: “Pensé entonces que armar ese puzle gigantesco podría ser un gran desafío para mi división y también para arrojar un poco de luz sobre el siniestro trabajo de la Stasi”, comenta. En el año 2002, Bertram Nickolay presentó al Gobierno un software que fue bautizado como ePuzzler y prometió que, gracias a las nuevas tecnologías, podría reconstruir el contenido de los 16.000 sacos en un plazo de 10 o 12 años.
El Gobierno tardó cinco años en dar una respuesta. En 2007, la Comisión de Presupuesto del Bundestag aprobó una ayuda de 6,3 millones, a los que se sumaron otros dos en 2012, para desarrollar un proyecto piloto que comenzaría con el escaneo del contenido de 400 sacos en un plazo de cinco años. Pero el ingeniero y su equipo pronto se dieron cuenta de que el escáner, que tiene la misión de memorizar el tamaño, el color, la letra, el grosor del papel y el contorno de los trocitos, y enviárselos al ordenador, trabajaba con mucha lentitud.
“El software funciona”, subraya el ingeniero, pero reconoce que ha resultado demasiado premioso. “En este tiempo hemos logrado escanear el contenido de 24 sacos y procesado el de 12. “El trabajo de escaneo es muy lento. Por eso diseñamos una calle digital, dotada de módulos que limpian los trocitos de papel y pequeños robots que los clasifican, para acelerar el trabajo”, dice.
El ingeniero Nickolay creó un 'software' para reconstruir documentos. / MARKUS SCHREIBER (AP)
“Pero para ponerla en marcha necesitamos una financiación extra de unos seis millones de euros”, añade sin poder ocultar el temor a que su trabajo no pueda continuar. La incertidumbre que reina en el departamento que dirige Nickolay en el instituto Fraunhofer es enorme y aumentó cuando el equipo leyó, hace un par de semanas, un largo reportaje en el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, donde su autora afirmaba, sin dar detalles, que el Gobierno federal había perdido el interés por desentrañar el misterio que contienen los sacos heredados. La hipotética decisión fue calificada por Bertram Nickolay como una “vergüenza internacional” que dejaría en ridículo al Gobierno y al Bundestag. Acabar con el proyecto piloto, además de poner fin a una idea brillante y exitosa, dejaría en manos de los artesanos de Zirndorf la tarea de seguir uniendo pacientemente los trocitos, un trabajo que ya ha revelado algunos secretos. En los últimos 19 años, los archivistas lograron reconstruir 1,3 millones de páginas que corresponden al contenido de unos cuatrocientos sacos.
Los artesanos, por ejemplo, armaron unos 10.000 documentos elaborados en su mayoría por la Sección Principal XX, que tenía la misión de combatir a la oposición política en la RDA, y de otros departamentos, como el responsable del espionaje en el extranjero. Los rompecabezas recompuestos revelaron, por ejemplo, las vidas paralelas del teólogo Heinrich Fink, que renunció a su cargo de rector de la Universidad Humboldt de Berlín en 1992 tras ser descubierto como informante de la Stasi, y del obispo de la Iglesia evangélica de Turingia, Ingo Bräcklein, que también se apartó.
La Comisión de Presupuesto del Bundestag volverá a reunirse el 15 de septiembre. Mientras, el portavoz del Ministerio de Cultura, Hagen Philipp Wolf, asegura que la decisión final depende de “aclarar ciertos aspectos internos”. Por ley, todos los habitantes espiados tienen derecho a ver sus actas. Este proceso causó tragedias familiares, porque en ocasiones se descubrió que la esposa espiaba a su esposo o viceversa. El interés por ver las actas ha disminuido y existe la posibilidad de que el organismo que tiene a su cargo este pasado oscuro sea disuelto en 2020.
El software diseñado por Bertram Nickolay y su equipo es único en el mundo y también puede servir para escribir un nuevo capítulo en la ciencia que estudia el pasado: la arqueología digital. El ePuzzler es capaz de hacer visibles documentos que fueron casi borrados por el tiempo, como decenas de miles de trozos de papiros que descansan en las bodegas del museo Egipcio de Berlín.
El trabajo del ingeniero también ha llamado la atención en Chile. La Vicaría de la Solidaridad, dependiente de la Iglesia, que aún tiene en su poder documentación destruida por la dictadura, pidió la ayuda de Nickolay para reconstruir esa documentación que podría arrojar luz sobre lo que ocurrió con cientos de desaparecidos. “He cursado una invitación a la presidenta Michelle Bachelet para que visite nuestro instituto”, dijo el ingeniero. “Ella realizara una visita de Estado a Alemania a fines de octubre”.
Bertram Nickolay tiene también un interés personal en continuar con su trabajo destinado a la reconstrucción de los documentos de la Stasi. Su amigo Jürgen Fuchs, un famoso escritor disidente de la RDA, tenía 48 años cuando murió en 1998 víctima de un cáncer en la sangre provocado, sospecha, por un baño radioactivo que recibió en las mazmorras del servicio secreto. “Si puedo demostrar que Jürgen murió a causa de ese baño mortal, le habré hecho justicia a mi amigo y a todas las víctimas anónimas de ese sistema represivo”, dijo. 

LAS CARTAS DEL EXILIO REPUBLICANO.- Querida tierra hermana…


Cartas de los exiliados republicanos a la Embajada de México en París. / PEP COMPANYS
"Con España presente en el recuerdo / con México presente en la esperanza”, escribió el poeta Pedro Garfias a bordo del vapor Sinaia, uno de los primeros barcos que en junio de 1939 atracaban en el puerto de Veracruz con más de mil refugiados republicanos españoles tras la Guerra Civil. Atrás quedaban cientos de miles de exiliados atrapados la mayoría en los campos de concentración franceses. Anticipando el final del conflicto, el Gobierno del general Lázaro Cárdenas había puesto en marcha la mayor operación de solidaridad internacional que probablemente se haya visto nunca. México estaba dispuesto a dar pan, hogar y trabajo a todos aquellos para los que nunca habría paz ni piedad ni perdón en la España de Franco. En la oscuridad de los barracones, entre el hacinamiento, el hambre, la enfermedad y la desolación de quienes habían perdido familia, amigos, trabajo y posición, México brillaba como un sueño.
Las voces, las súplicas, de aquellos miles de personas derrotadas que querían escapar de la pesadilla quedaron registradas en las cartas que enviaron en 1939 y 1940 a la Embajada de México en París solicitando emigrar. Un material inédito, conservado en el Archivo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana, al que ha tenido acceso EL PAÍS y del que emerge un relato colectivo de hombres y mujeres de todos los oficios y profesiones en cuya peripecia vital se mezclan la desesperación y el orgullo, la ternura y el valor.
Más de 7.000 cartas, correspondientes a muchas más vidas interrumpidas, escritas a lápiz y a pluma, con todo tipo de letra y clase de papel, redactadas por quienes en el invierno de 1939 cruzaron la frontera “a pie, sin fortuna, con las manos limpias”, como escribe el 14 de febrero de ese año el refugiado Fernando Pintado cerca de Perpiñán. En muchas de ellas, el autor añade el nombre de sus familiares, amigos del trabajo, compañeros de armas o de barracón.
Misiva de agricultores desde el campo de Saint Cyprien.
La mayoría dieron con sus huesos en los campos de internamiento, como era su nombre oficial, del sur de Francia, vigilados por gendarmes franceses y soldados senegaleses. En las cartas dan testimonio de las penalidades que sufren allí. José Pomés, redactor de Diario Gráfico yLa Noche, de Barcelona, cuenta desde el campo de Bram el 12 de junio de 1939: “Me encuentro en el más lamentable estado, sin ropa, ni salud, ni dinero francés… va para tres meses tirado en un montón de paja sin ni siquiera una manta”. Manuel Guiú Macía, que solicita “ingresar voluntariamente en el Ejército mexicano o en su legión”, exclama desde el pabellón 27 del campo de Septfonds: “Los días aquí transcurren lentos, eternos, y ¡¡¡la aurora de esa tenebrosidad tarda tanto en descubrirse!!!”.
Tres milicianos de la República firman el 2 de julio de ese año y desde ese mismo campo esta joya de humildad literaria: “No dudando de que la voz y los ruegos de estos sin patria suplicantes serán atendidos con la justicia que nuestro caso requiere. Nuestra profesión es la campesina”. A las lamentables condiciones materiales de los exiliados había que añadir unas circunstancias políticas completamente desfavorables que solo la tenacidad en el mantenimiento de sus principios por parte del Gobierno mexicano y la habilidad de su cuerpo diplomático pudieron salvar.
Entre los documentos, ahora desempolvados, se encuentra este mensaje cifrado enviado el 27 de enero de 1939 por el embajador mexicano en París, Narciso Bassols, al presidente Cárdenas: “Política Francia seguirá invariable. Stop. Relaciones díceme no podremos recibir excombatientes ni refugiados políticos. Stop. Comprendiendo problemas únicamente me permito pedirle que México sostenga su ofrecimiento conocido universalmente de abrir puertas a republicanos españoles. Stop. Creo que tratándose personas filiación política bien definida estamos obligados recibirlos”.
Presos del hambre, veían a México brillar como un sueño
Hubo más dificultades, como la rivalidad de las organizaciones españolas que competían por ayudar a los refugiados, las diferencias de criterio en la selección de los asilados por parte del Gobierno mexicano e, incluso, la conveniencia o no de sacar de España a hombres en edad militar antes del fin de la guerra. El embajador Bassols expone este último problema con crudeza en otro telegrama ahora reencontrado, fechado el 1 de marzo de 1939 y dirigido a la cancillería mexicana: “Como lucha española no ha terminado trabajadores útiles no puedan alejarse definitivamente debilitando resistencia. Stop. En general todavía no llegan solicitudes de buena calidad excepción ancianos y niños. Stop. Hasta hoy gran mayoría corresponde gente derrotista sin sentido lucha social y con mezquino egoísmo. Stop”.
A la angustia de los exiliados se sumó el pavor ante un inminente reconocimiento de Franco por Francia e Inglaterra, con las consiguientes deportaciones y el estallido de la II Guerra Mundial, como reflejan las cartas de los republicanos, conscientes de que ya no podrían volver a su país. Juan del Hoyo escribe en septiembre de 1939 desde Burdeos: “Por mi cualidad de magistrado no puedo ni pensar en regresar a España; la policía francesa me apremia por tantas prórrogas de estancia que he solicitado”. Ramón Infante Varela, desde el hospital Civil-Asilo de Montauban, expone: “Debo decirle que la actuación política de mi esposa (Maruja Lafuente, de 25 años, de Gijón) en España ha sido muy significada, por haber ostentado cargos de responsabilidad máxima en el Partido Comunista de la Región Asturiana, pues se trata de la hermana de la heroína del Movimiento de Octubre de Asturias, Aída Lafuente, y por este motivo, bajo ningún concepto puedo volver a España”. Juan Ponsivell, de la Brigada de Carpinteros del campo de Barcarès, asegura: “Nada hay en mi actuación durante la guerra ni antes de ella de que pueda avergonzarme, pero no quiero volver a la tierra que ha hollado el fascismo extranjero con la ayuda de unos hombres que imitando al conde don Julián han traicionado a su patria y asesinado a sus hermanos”.
Un grupo de exiliados llega al puerto mexicano de Veracruz en el barco Vapor Flandes.
Los motivos varían, pero la urgencia por huir a México es la misma. El capitán de infantería Antonio Pascual Arnao, de 34 años, casado, de Barcelona, explica el 20 de abril de 1939 que “principalmente por ser francmasón es evidente que mi vuelta a España es absolutamente imposible sin exponerme a una cierta e irreparable represión (…) hay que tener presente que Franco ha jurado exterminar a los masones, cosa que cumple con inaudita crueldad”. Ese mismo día, el mecánico José Puig Bosch afirma desde el campo de concentración de Argelès-sur-Mer: “Renuncio a volver a mi patria, según noticias de mis familiares, en un registro en mi casa han quemado más de cien libros (…) por el solo hecho de ser republicanos-federales toda nuestra vida y el no haber bautizado a nadie de dos generaciones”. Otros alegan “incompatibilidad moral” con el régimen franquista, y otros, como Carmelo Perdigó Casanovas, de Esquerra Republicana de Cataluña, razones más concretas: “Siéndome imposible el regreso a España por haber pertenecido al Cuerpo de Seguridad (policía secreta) de Cataluña desde el año 34…”.
La situación internacional continuaría empeorando con la caída de París en junio de 1940, la ocupación alemana de Francia y la constitución del régimen de Vichy del mariscal Pétain. La acción solidaria del presidente Cárdenas se complicaría extraordinariamente. México, sin recursos ni marina, trataba el problema de una población de desterrados sin Estado con otro país ocupado militarmente y con soberanía limitada.
Además, la guerra pronto se extendería al Atlántico haciendo casi imposible la travesía, y la evacuación de españoles cesaría durante meses o se ralentizaría ese año, como muestran las cartas. Solo las dotes de persuasión del diplomático mexicano Luis I. Rodríguez permitirían relanzar el traslado de refugiados. En una memorable entrevista celebrada el 8 de julio de 1940 en Vichy, Rodríguez convenció a Pétain para que autorizase la operación, no sin antes tener que oír del mariscal preguntas como esta: “¿Por qué esa noble intención que tiende a favorecer a gente indeseable?”, o afirmar que los republicanos tenían que afrontar la suerte reservada “a las ratas en las grandes miserias”.
Pido ingresar en el ejército mexicano o en su legión
La esgrima verbal de Luis I. Rodríguez prevaleció, y tras el acuerdo del 22 de agosto de ese año, México aceptaba, bajo la protección de su bandera, a todos los españoles refugiados en Francia y costear parte de su sustento, que sobre todo corría a cuenta de las organizaciones republicanas de ayuda. Tras la derrota de la República, unos 450.000 españoles huyeron a Francia. Dos tercios de ellos acabarían volviendo a España después. A partir de 1939, cerca de 20.000 encontrarían un nuevo hogar en México. Ese año llegaron a este país 6.236 refugiados, y en 1940, tan solo 1.746. Las cartas demuestran que el número de solicitudes de asilo fue muy superior al de las personas que finalmente cumplieron su sueño.
Vicente Pausa Espí, en nombre de varios compañeros todos ellos de Villanueva de Castellón (Valencia) se ofrecen a México como técnicos especilizados en el cultivo del naranjo.
Las misivas, escritas por hombres en su mayoría entre los 25 y los 45 años y procedentes sobre todo de Cataluña, Levante, Asturias, Andalucía y Madrid, siguen una pauta: agradecimiento a México, enumeración de méritos antifascistas y profesionales, exposición de su futura contribución a la nación de acogida y relato de la desgracia caída sobre sus vidas.
Aun siendo un exilio en gran parte de profesionales y técnicos cualificados, muchas cartas sorprenden por su estilo elevado –“No deseamos regalo para nuestras vidas. Pedimos calor para nuestras aspiraciones”; “México, insignia liberal de la América hispana, hoy hacemos promesa de nuestro sacrificio”; “Que han tenido que huir de su tierra ante el fantasma negro de la reacción, sostenido por los militares perjuros, hijos de aquellos mercaderes de la espada que, en años remotos, solo tenían por oficio el robo, el asesinato y la befa de vuestras costumbres en sus aventuras coloniales”–, no exento a veces de pedantería: “Mi objetividad, que será anhelo de muchos, no dejará de ser estudiada por ese negociado que tan dignamente representa…”.
Renuncio a volver a mi patria, donde quemaron mis libros
Tampoco falta, dadas las condiciones de extrema necesidad en que se encuentran, cierta picaresca para conseguir el objetivo de emigrar. Desde quienes afirman hablar varios idiomas hasta el caso del periodista madrileño Ezequiel Enderiz Olaverri, de 49 años, quien asegura que “actualmente preparaba la biografía del presidente de México señor Lázaro Cárdenas”, o del abogado sevillano Ricardo Calderón, de 40 años, quien, entre sus méritos literarios, destaca “un poema tituladoSac…Nicte, que pudiera ser de extraordinario interés para el indio maya”.
Unos 20.000 españoles lograron un nuevo hogar en México
Ni un punto de resentimiento por ver embarcar a otros antes. El chapista socialista madrileño Federico Antonio de la Huerta, agente de policía durante la guerra, escribe al embajador mexicano desde el campo de Bram: “Usted fue sorprendido en su buena fe en el envío de emigrados con muchos señoritos, que no tienen oficio ni beneficio y máxime que donde se encuentran los verdaderos trabajadores, revolucionarios y honrados, es en los campos de concentración…”.
Buena parte de los refugiados exponen, a veces con dibujos y esquemas, cómo México podría aprovechar su experiencia profesional en la industria, la agricultura, el Ejército, la enseñanza, la academia, la prensa, el teatro e, incluso, en el mundo de los negocios. Algunos casos poseen una cómica ternura. Vitaliano Gómez, desde el barracón 44 del campo de Septfonds, propone a las autoridades mexicanas “crear una granja de 250 gallinas ponedoras y 20 conejos reproductores”, para lo que necesitaría “un crédito de 2.500 pesos a reintegrar en cuatro o cinco años”. Antonio Martínez, agricultor de Murcia, se ofrece para mejorar la calidad del pimiento en el país del picante, y Mariano Potó, de Barcelona, sugiere que “sería interesante la creación de una cátedra para difundir entre los intelectuales mexicanos la concepción sinóptica de la cultura…”.
Tarjeta de embarque del vapor 'Ipanema'.
Pero las cartas cuentan sobre todo la tragedia de miles de vidas rotas. Carmen Planet expone así su caso: “… habiendo perdido a mi esposo en Madrid el 7 de noviembre de 1936 habiendo ido voluntario a luchar siendo militar retirado y a una hija de 17 años habiendo ido también a luchar voluntaria y murió el 20 de octubre de 1936 en el frente de Sigüenza y los tres varones que me quedan, también voluntarios y el de 18 años inútil de guerra y el de 22 años teniente de Sanidad de Líster que actualmente se encuentra en el campo de Argelès-sur-Mer…”.
Las cinco hermanas Pla Palleja, de Rubí (Barcelona), con edades entre los 20 y los 34 años, refugiadas en el campo de Berck Plage, dicen contar con 3.600 pesetas para el viaje “y “dos relojes de pulsera y uno de bolsillo, un anillo grande de oro y dos monedas argentinas de oro”. Como son sus únicas pertenencias y temen no poder pagar el pasaje, piden al embajador “que aunque sea en un rincón del barco y sin comer nos deje ir a México”. Antonio Paños Garrigues, madrileño, de 36 años, radiotelegrafista, encerrado en el campo de Bram, informa de que todos sus familiares han muerto “víctimas de la aviación durante la guerra” menos su hermano Pedro, “que murió fusilado por los fascistas en Málaga en 1937”.
Durante décadas, la cancillería mexicana ha guardado en estas páginas los gritos de auxilio de los miles de españoles –sastres, camareros, profesores, militares, campesinos, mecánicos, actores, periodistas, contables, funcionarios, médicos, electricistas, ingenieros, estudiantes…– que encontraron una nueva patria en México. Hoy son por fin rescatados, como escribió Juan Rejano, de la “férrea corona del olvido”.
[A lo largo de la próxima semana EL PAÍS publicará más historias relacionadas con las cartas de este archivo]